En el amplio muestrario de aberraciones que el ser humano es capaz de concebir y llevar a cabo, el canibalismo ocupa una de las cumbres. ¿Por qué te comes a otro como tú? Flota en la atmósfera de Caníbal esta pregunta que a medida que pasan los fotogramas se va abriendo a respuestas diversas e incluso contradictorias.
Tabú
Como señala Martín Cuenca: “Esta película quiere contarme algo que va más allá de lo que yo nunca podría saber. Y eso me empuja de una forma poderosa… La esencia del cine es el misterio y la convicción de que el espectador participa activamente en él. Construimos una historia y luego la escondemos, para que surja del interior de su alma, entre sus rendijas”.
“El hecho de que el canibalismo sea un tabú enorme me hace pensar que hay algo en su naturaleza tan cercano a nosotros que hemos decidido prohibirlo. Pienso que las prohibiciones siempre esconden algo y que debemos interrogarnos sobre ellas, aunque sea para llegar a la conclusión de que deben existir. Esta historia tiene lugar en los márgenes y en la quiebra emocional. Creo que es la mejor forma de hablar de nuestro tiempo e interrogar a nuestra sociedad”.
Antonio de la Torre, contenido y convincente, torvo, magnífico, es (como Carlos) el eje de un engranaje complejo y meticulosamente engrasado. Cada plano encaja en el resto y hace crecer el producto final.
Tras su cuarta colaboración juntos. el director dice del actor: “Como Paco Rabal, como Fernando Rey, Antonio de la Torre es de esos intérpretes que no tienen límite. Sus recursos son infinitos y su capacidad de crecer, enorme”.
Luz y suspense
La sinopsis de esta historia llena de vericuetos en los que luz y suspense se superponen de continuo (sobrecogedora la escena del asedio en la playa) se encierra en unas pocas frases: Carlos, hombre de mediana edad solitario, atildado e inquietante, es el sastre más prestigioso de Granada, pero también un asesino en la sombra. Persigue a las mujeres a las que desea, las mata y se las come.
No tiene remordimiento ni sentimiento alguno de culpa. Así será hasta que Nina (la actriz rumana Olimpia Melinte se desdobla en la propia Nina y su hermana Alexandra, aportando credibilidad al conjunto) aparece en su vida. Por ella conoce la verdadera naturaleza de sus actos y surge, por primera vez, algo parecido al amor.
“Nuestra Europa es autocomplaciente», señala el director al explicar la ubicación, –una capital de provincia como Granada–, y las razones de su propuesta. «Al protagonista le cuesta reconocer que el mal también habita en su interior, que no es sólo un desecho provocado por agentes externos, sino parte esencial de sí mismo. Combatimos el mal como si no tuviera nada que ver con nosotros. Por desgracia, esa visión simplificadora es demasiado ingenua”.
Otro ejemplo más
Carlos es el mal inconsciente de sí mismo. Nina la inocencia. Y Caníbal, adaptación muy libre de la novela Caríbal, del cubano Humberto Arenal, la historia de amor de un demonio. Un demonio al que la conciencia se le resquebraja con la aparición de Nina. En ese punto todo se convierte en metáfora y la historia de unos crímenes deviene en otra en la que la pasión se impone. El resto de esta reflexión in crescendo sobre los límites del amor hay que vivirlo.
Caníbal, otro ejemplo más que desdice a los que descreen del cine que se hace en España, cuestionan públicamente su calidad sin explicar las razones de ese desprecio y, lo que es más grave, desde un subjetivismo más o menos interesado comprometen el presente y el inmediato futuro de una industria que, –asómense con honestidad a la cartelera para comprobarlo–, arroja un balance más que gratificante.
Caníbal
Dirección: Manuel Martín Cuenca
Intérpretes: Antonio de la Torre. Olimpia Melinte. Alfonsa Rosso. Delphine Tempels
Guión: Manuel Martín Cuenca y Alejandro Hernández sobre una novela de Humberto Arenal
Fotografía: Pau Esteve Birba
Sonido: Eva Valiño
Montaje: Ángel Hernández Zoido
España. Rumanía. Rusia. Francia
116 minutos