El cine de Subirana transita entre el documental y la ficción, como demuestra su ópera prima, Nadar (2008), una propuesta autobiográfica sobre la memoria histórica. Su segunda película, Volar (2012), que se centra en la formación de pilotos militares en la Academia General del Aire de San Javier, en Murcia, la convirtió en la primera cineasta en documentar la vida dentro de una academia militar española. Kanimambo (2012), que obtuvo la Mención Especial del Jurado en el Festival de Málaga, y Atma (2016), que logró el Premio Nacional de Danza en el Fiver, con la bailarina Núria Guiu como protagonista, constituyeron su primera incursión tanto en el cortometraje como en la ficción.
– ¿Cómo surgió la idea de rodar Sica?
Todo comenzó hace seis años, cuando haciendo una ruta a pie por O Camino dos Faros, en Galicia, llegué a un pequeño pueblo de la Costa de la Muerte y quedé fascinada por la belleza salvaje de sus paisajes y por las historias de los naufragios que allí se han producido a lo largo del tiempo. En ese momento decidí hacer una película. Ahí comenzó todo.
– En La Costa de la Muerte, la historia de Sica…
La Costa de la Muerte está ubicada donde se encuentran el Océano Atlántico y el Mar Cantábrico. Allí las corrientes marinas son mortales. Se han documentado más de seiscientos naufragios en esta zona, lo que la convierte en una de las costas más peligrosas del mundo. La furia del mar le da el aire de una sepultura gigante y, según las leyendas cuentan, las almas de los marineros pueden oírse por las grietas de la tierra. En su historia, Sica busca obsesivamente la voz de su padre en un gran agujero, la Furna das Grallas.
– ¿Al elegir ese lugar buscaba canalizar determinados mensajes?
La Costa de la Muerte, esa esquina del mundo, condensa en este filme la alerta de peligro y refleja nuestros miedos, y a la vez la esperanza de revertir la situación y el deseo de legar a nuestros hijos un planeta sano.
– ¿Qué papel juega la naturaleza y el cambio climático en la película?
La naturaleza ocupa uno de los lugares fundamentales. Es la otra gran protagonista en Sica. El viento, el mar, las olas… nos muestran su propio estado de ánimo, con el temperamento único que tiene el océano en esta costa. Los personajes se muestran pequeños frente a su inmensidad, y temerosos ante la llegada del huracán Ofelia que, al mismo tiempo, parece que es el único capaz de devolver la armonía a la vida de Sica. Como dice Suso, el Cazatormentas, Ofelia es la madre de todas las tormentas, pero solo nos está avisando. Después de ella vendrán más, y distintas a las de antes. Sica también es un grito de auxilio ante la crisis climática.
– Viniendo del cine documental, este es el primer largometraje puramente ficticio de su carrera. ¿Su proceso ha sido muy distinto?
Como narradora, con Sica he redescubierto que una no puede escapar de sus obsesiones y que la vivencia personal deja un rastro profundo que inevitablemente se cuela por las grietas del proceso creativo. Nadar, mi ópera prima, giraba en torno a una familia de mujeres marcada por la ausencia masculina. En esa película entendí que los fantasmas son como pastillas de jabón que acaban por escurrirse, en cambio, las figuras femeninas, mi madre y mi abuela, eran como esculturas pétreas, inamovibles, incondicionales. El viento las esculpe y las desgasta pero siguen estando presentes. En Sica sucede algo similar: la protagonista idealiza a su padre marinero y persigue el rastro de un fantasma, y en esa búsqueda pierde la piel de la infancia abriéndose paso al inevitable desencanto del mundo adulto. Finalmente, tras un doloroso viaje, Sica se da cuenta que su madre siempre ha estado ahí, a su lado. Inamovible, incondicional.
– ¿Rodar con actores no profesionales ha supuesto un reto añadido?
Sica está interpretada por actores no profesionales casi en su totalidad. Así es con la excepción del personaje de la madre, al que da vida Núria Prims, y el del Portugués, interpretado por Lois Soaxe. Los tres adolescentes protagonistas (Thais García Blanco, Marco Antonio Florido y María Villaverde) son vecinos de la Costa de la Muerte y nunca se habían puesto ante una cámara. Fueron seleccionados tras un intenso y extenso casting entre más de seiscientos jóvenes de la zona, y el resto de personajes secundarios los interpretan pescadores y otros vecinos.
– ¿Se ha rodado en varias lenguas?
Sí. La película está rodada en gallego y en catalán, la lengua de la madre de Sica. Es de las pocas películas, la única que yo sepa, rodada en gallego y en catalán. En ella conviven con total naturalidad dos lenguas minoritarias pero oficiales en España. Ha sido una experiencia muy bonita.
[La figura de la mujer es central en el trabajo de Carla Subirana como cineasta. Por ello ha participado en múltiples mesas redondas centradas en cine y género, y es socia fundadora de la asociación Dones Visuals, que se marca entre sus objetivos esenciales lograr la paridad en la industria cinematográfica. En 2018 diseñó y dirigió el programa Acció Viver para mujeres cineastas, colaborando en largometrajes cinematográficos y documentales desde la fase de guion hasta la dirección y producción.
En ese sentido y al aludir a las dificultades que encierra levantar y hacer realidad una película, Subirana deja en el aire que «las mujeres de cincuenta años tenemos muchas historias que contar. Para una mujer resulta muy difícil dirigir su ópera prima pero, más complejo aún, es tener una continuidad en su carrera cinematográfica».
El calado de su filmografía, y Sica es un ejemplo palmario, concitan una realidad y un deseo: por una parte, el hecho de que estamos ante una cineasta con un lenguaje muy personal e interesante, por otra y como consecuencia, que nada debe quebrar su continuidad.]