Teresa tiene 54 años y siempre ha trabajado como empleada doméstica con una familia de Buenos Aires. Sin previo aviso los propietarios venden la casa, ella pierde su empleo y no tiene más remedio que aceptar un trabajo en San Juan, una ciudad lejana que desconoce. Un rincón infinitamente alejado del lugar en donde ha vivido siempre. A pesar de que no le gusta viajar, la realidad empuja y ella sube a un autobús para cruzar el desierto.

En la primera parada del largo viaje, una serie de circunstancias hacen que pierda el bolso con todas sus pertenencias. El incidente hará que conozca a El Gringo, un vendedor ambulante y la única persona capaz de ayudarla a encontrarlo perdido. Lo que parecía ser el fin, el hundimiento del mundo, se convierte en el comienzo de uno nuevo.

La novia del desierto nos instala en los trayectos de su protagonista: el geográfico, por la árida provincia de San Juan, y el personal, en el que vive enfrentada a sentimientos y deseos que a ratos no reconoce como propios. Mujer opaca y silenciosa, la existencia de Teresa comienza a adquirir vida y color cuando conoce a ese solitario vendedor que se mueve libre y honesto por el desierto Cuyano.

El filme ganó el premio Cine en Construcción de Toulouse, fue estrenada en la sección Una Cierta Mirada del Festival de Cannes y posteriormente se presentó en la sección Horizontes Latinos del último Festival de San Sebastián. Ha sido la triunfadora indiscutible del Festival de Cine Iberoamericano de Huelva donde alcanzó tres de sus premios más importantes: el Colón de Oro a la Mejor Película, y los Colones de Plata a la Mejor Actriz para Paulina García y al Mejor Actor, Claudio Rissi.

Atán y Pivato, las debutantes realizadoras, declaran que su apuesta es una celebración del triunfo de la vida sobre la muerte: «Eso es justamente lo que le ocurre a Teresa. Mientras atraviesa el desierto se va limpiando de las angustias del pasado y eso la prepara para saltar al vacío que supone su futuro».

Pasado, presente, futuro… ¡Cuanto buen cine en solo 78 minutos!