En su libro Esto es un infierno, el periodista Guillermo Altares dedica unas páginas a dos grandes títulos de sendos maestros ambientados en el mismo conflicto y con peripecia similar, la de un tipo al mando y unos cuantos desgraciados detrás tratando de sobrevivir. Se trata de Objetivo Birmania (1945) de Raoul Walsh y Uno Rojo, división de choque (1980) de Sam Fuller. Prueben a ver una detrás de otra y comprobarán que hay en esto dos tipos de películas: las que te quitan las ganas de ir a una guerra (Fuller) y las que no tanto.
El mismo experimento se puede probar también –por irnos a Vietnam– con Los boinas verdes (1968) de John Wayne y Platoon (1986) de Oliver Stone, y sacar una conclusión parecida. Vietnam fue, en ese sentido, un punto y aparte: los muertos empezaban a oler y la incomodidad se coló, como nunca antes en el género, en el patio de butacas. Las imágenes de combate ya no eran solo un entretenimiento, si bien John Rambo también estuvo por allí.
En las obras sobre la Guerra contra el Terror predominan las historias que apestan sobre las que pudieran resultar más o menos edificantes, que venden sentimentalismo y no cumplen la norma que tenía el escritor Tim O’Brien para detectar una verdadera historia de guerra: “su lealtad absoluta y sin concesiones a lo repugnante y lo soez”. Poco cine peliculero, pues: así que está más que justificado sacudirse el prejuicio de que los grandes estudios tienden a proponer relatos con realidades al servicio de la ideología gobernante.
Pocos peliculones
Y pocos peliculones aunque haberlos haylos. Puede que sea una cuestión de tiempo o de falta de perspectiva, y por supuesto es la opinión del arriba firmante, pero no hay muchas cintas sobre los conflictos generados a partir de los atentados que sufrió Estados Unidos en septiembre de 2001 con el marchamo de piezas maestras que pronto empezaron a lucir tantas películas antiguas (De aquí a la eternidad, Los mejores años de nuestra vida, La gran evasión, El puente sobre el río Kwai, por citar solo unas pocas), algunos filmes de los setenta (con esa dupla grandiosa de la década que forman El cazador y Apocalypse now) o incluso filmes del XXI sobre guerras del XX, caso de El hundimiento, Dunkerque o Cartas desde Iwo Jima.
Dicho todo esto sin desmerecer la calidad indudable de La noche más oscura, En tierra hostil, Syriana, El vicio del poder, En el valle de Elah o Red de mentiras. O de series de televisión como Generation kill o Homeland. De todas ellas y de muchas más se ocupa Antonio José Navarro (Barcelona, 1966) en Hollywood y la Guerra contra el Terror [1], un libro cuyo abrumador conocimiento y documentación no ahoga el criterio del autor, que se moja sobre la calidad de las películas y la verdad que nos cuentan, y eso se agradece. El acceso que hemos tenido a estos productos, incluidos los más comerciales, nos ha enseñado el escaso respeto a la legalidad internacional que se impone entre contendientes. “Se ha difuminado, sin duda deliberadamente, las fronteras entre terrorismo y guerra, entre terrorismo y criminalidad”.
Incómodo, necesario
Probablemente con la excepción de las imágenes de los aviones estrellándose contra las dos torres del World Trade Center de Nueva York, que no solo vimos en directo sino que además no hay manera de recrear con mayor contundencia (de obra de arte definitiva la calificó el músico Karlheinz Stockhausen), no hay asunto que el documental o la ficción basada en hechos reales no haya retratado con mayor o menor fortuna de cuanto pasó un poco antes, durante esa fecha y sobre todo después: la mentira de las armas de destrucción masiva en Iraq, la vida y la muerte de los nuevos villanos oficiales, con Osama bin Laden y Sadam Husein a la cabeza, las maquinaciones de quienes rodeaban a George Bush, especialmente Donald Rumsfeld y su vicepresidente Dick Cheney, la falta de coordinación entre el FBI y la CIA antes del 11-S, el peso del petróleo en las decisiones adoptadas (Navarro rescata la frase de Maquiavelo cuando habla del tema: “Lo más útil en la guerra es conocer las ocasiones y saberlas aprovechar”), los mercenarios ahora contratados por grandes corporaciones, los drones como herramienta de ejecución, el regreso a casa de los soldados, la negación de derechos a sospechosos y prisioneros, los francotiradores, la religión, el reclutamiento, las violaciones, las mutilaciones, la tortura… Cine incómodo, cine necesario.
Hollywood y la Guerra contra el Terror [1]
Antonio José Navarro
Editorial Cátedra
384 páginas
23,95 euros