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Desde 2011, cuando estalló la revolución que acabó con 30 años de presidencia de Hosni Mubarak, Egipto se ha visto inmersa en una situación convulsa a la que no ayudó la llegada democrática al poder de Morsi en 2012. Obligados a elegir entre un proislamista y un heredero del régimen de Mubarak, los egipcios estaban entre la espada y la pared. Tras un año de divisiones, el pueblo decidió no aguantar un minuto más la situación y salió a la calle.
La revolución trazó una línea que separaba dos bandos contrapuestos e irreconciliables. O estabas con Morsi y los Hermanos Musulmanes o con los militares. No sentirse identificado con ninguno de los dos bandos suponía ser considerado un traidor por ambos. Una división maniquea que alcanza incluso a la terminología: «si emplea el término «golpe de Estado» para describir el derrocamiento de Morsi, será inmediatamente considerado como perteneciente a los Hermanos Musulmanes. Pero si usa la palabra «revolución», se verá relegado al lado de los militares», explica Mohamed Diab, director de Clash.
Diab nunca se sintió parte de ninguno de los dos bandos. Reconocido activista, se sentía impotente ante el fracaso de la revolución y la ausencia de una tercera vía para la presidencia de Egipto. Fue así como decidió escribir junto a su hermano Khaled el guion de Clash, una muestra representativa de los dos bandos mencionados en la que aparecen como personajes centrales dos periodistas que, como Diab, no apoyan a los Hermanos Musulmanes ni a los militares.
«¿Solo se está con ustedes o con ellos?», pregunta un fotoperiodista durante la película. Los periodistas, considerados traidores por ambos bandos, eran detenidos sin justificación por los militares, como tantos simpatizantes de la revolución. Estos periodistas están en el centro de una confrontación que se hace insostenible dentro de un espacio confinado como el del furgón policial donde están detenidos los personajes.
Sin juicios
Diab no quiere juzgar a ninguno de los dos bandos. Así, Clash junta en un espacio mínimo a representantes de ambas partes para que, además de enfrentarse con violencia, debatan exponiendo sus puntos de vista, encuentren ciertas convergencias e incluso se vean obligados a colaborar para no perder la vida. Recurriendo a no pocas trampas, Diab humaniza a sus personajes para, sin dejar de lado el inevitable trasfondo político y religioso, centrarse en el conflicto emocional del pueblo egipcio.
Las trampas se perdonan cuando Diab nos entrega un producto tan potente como Clash, una película ideal para acercarse a la revolución egipcia por una labor didáctica e imparcial (dentro de lo posible) que logra a través de un ritmo vertiginoso y secuencias de acción impresionantes. De este modo, Diab logra acercarse a un público más amplio, abandonando una cinta de reflexiones reposadas y zambulléndonos en un huracán de claustrofóbica tensión in crescendo.
El espectador, que se queda de una pieza ante sus últimas imágenes, abandona la sala en shock reflexionando sobre el mensaje que Diab nos lanza. Las etiquetas de buenos y malos, cualquier tipo de división, nos conducen a una inestabilidad completamente inútil cuando el caos no nos permite discernir quiénes son los nuestros y quiénes los otros, si es que realmente existe tal cosa.
Dirección: Mohamed Diab
Guion: Khaled Diab, Mohamed Diab
Intérpretes: Nelly Karim, Hany Adel, Tarek Abdel Aziz, Ahmed Malek, Ahmed Dash, Husni Sheta, Aly Eltayeb, Amr El Kady, Mohamed Abd El Azim, Gamil Barsoum, Ashraf Hamdy, Mohamed Tarek, Ahmed Abdel Hamid, Walid Abdel Ghany, Mai El Ghaity, Mohamed El Sebaey, Mohamed Abu Elsoa’ud, Mohamed Radwan, Mohamed El Souisy
Fotografía: Ahmed Gabr
Música: Khaled Dagher
Montaje: Ahmed Hafez
Egipto, Francia / 2016 / 97 minutos