Rodada en La Mancha en blanco y negro y con no pocos flecos de un surrealismo marcado por el humor que deja en el aire el incontestable mensaje de que la especulación, la globalización y la voracidad económica de las grandes empresas arrasa la vida rural, protagoniza Tierra de nuestras madres un soberbio Saturnino García en el papel de la anciana rebelde que se niega a abandonar lo suyo.
Esta mujer, Rosario, vive a las afueras de un pueblo manchego con Ofelio, su hijo con discapacidad, su borrico y su cabra. Rosario recoge la sal de higuera de su laguna y se gana la vida vendiéndola a los viejos, que conocen sus usos milenarios… y a los no tan viejos, al mezclarla con tranquilizantes y otros productos farmacéuticos.
El pueblo está arruinado por la dejadez y la ludopatía de sus habitantes y gobernantes, que deciden venderlo. La mayoría de los lugareños se someten a esa operación y a la expulsión pero, y ahí está el quid del asunto, la casa y la laguna de Rosario se ubica en medio del término municipal. Ella se opone a esta venta a una empresa china a la que sólo le interesa el dinero, y organiza, en la medida de sus posibilidades, una tenaz resistencia. La rebelión está servida.
Formada en Filosofía en París, ciudad en la que inició su ya larga carrera como actriz, Liz Lobato completó estudios en Madrid, en donde en la actualidad enseña Historia del Teatro y Shakespeare en la Escuela de Clara Méndez-Leite.
La película, que logró en el pasado Festival de Málaga el premio del público, el de las escuelas de cine y el de la mejor interpretación masculina para Saturnino García, invita, en opinión de su directora, «a bajar a ese mundo de miseria material y riqueza humana, donde la ironía sirve para hacer más llevadera la vida, para mantener la dignidad, donde uno se ríe de su sombra. Necesitamos a los viejos de Tierra de nuestras madres para que nos recuerden que uno puede reírse de sí mismo. Los necesitamos para que nos recuerden que la posibilidad de rebelión existe. Y para que nos muestren el camino de la solidaridad y la dignidad».
«Vivimos en un mundo virtual donde hemos cortado con nuestras raíces, con nuestros ancestros, con la madre que nos parió, que es la tierra», lamenta la realizadora. «Mientras sigamos subiendo agarrados a nuestro globo de helio rosa brillante con forma de corazón, y no miremos abajo, no miremos atrás, todo está bien. Y sin embargo, allí abajo, esos puntitos que se mueven, quizá sean gente… Eso que ves allí abajo es un pueblo. Tiene que ver con una vivencia antigua de tribu, un concepto distinto al de la sociedad actual, un concepto de comunidad que es orgánico y no mecánico, donde cada uno: los capaces, los débiles, los discapacitados, los viejos, todos, cumplen una función. Sienten afecto los unos por los otros, aunque no lo digan. Sienten rabia. Son relaciones ásperas, se gritan para mostrarse cariño, se pegan para no abrazarse, se ríen para no llorar… Ese mundo de miseria material y riqueza humana ese es el mundo al que Tierra de nuestras madres nos invita a bajar».
Y Lobato explica así su propuesta: «Esta historia ocurre en la planicie manchega, donde no hay refugio de montañas, donde no corre brisa del mar sino aire que ahoga en verano, que corta en invierno. Es en blanco y negro porque su postulado es casi neorrealista. Cuenta la vida tal y como es, y no busca ni buenismos morales (del estilo “pobres pueblerinos”) ni bonitismos estéticos. Busca retratar la vida, con una iluminación sencilla, con una imagen un poco sucia, sin alta definición, dejando que la profundidad de campo haga su magia para que puedan surgir los personajes, o esconderse, en un fondo sin foco que es como la vida misma. Tierra de nuestras madres sólo se postula como “casi” neorrealista porque no podemos, no debemos, no queremos, negar nuestras raíces».
Dicho queda. Ese ese el saludable aire que sopla en la más que digna Tierra de nuestras madres.
Tierras de nuestras madres
Dirección y guion: Liz Lobato
Intérpretes: Saturnino García, José Luis Cruza, Milagros Torres Perales, Luis Tejera Gálvez, Carlos Alberto Márquez, Antonio José Novillo y Maruja López Santos
Fotografía: Ismael Blanco
Música: Luis Tejera, Jeremías Tejera
Sonido: Emilio Bustos, Tomás Román
Arte: Ana Tejera
Montaje Ángel Pazos
Efectos especiales: Javier García
España / 2023 / 88 minutos