Muchos, sin embargo, se quedarán prendados con los tremendos ojos azules de su hermano Joaquin –Joker en la nueva película de Batman, una de las más esperadas de este 2019–, pero él llegó antes. Era el mayor, el primogénito, el visionario, el que abrió el camino. Nació en una cabaña perdida en el Estado de Oregón y sus padres le bautizaron como River Jude Botton: en honor al río de la novela de Siddharta de Herman Hesse y al clásico Hey Jude de los Beatles.
No hay duda de que la vida del desaparecido River Phoenix estuvo plagada de particularidades. Más allá de toda esa colina llena de anécdotas que te ha de llevar a la fama, su montañita fue (si cabe) aún mejor. No más empinada, no más farragosa. Simplemente mejor. No había arnés, era una caída libre y en picado. No es del todo normal que tu madre se cambie el nombre por Heart (Corazón). O que tus progenitores entren a formar parte de una secta religiosa llamada “Niños de Dios” y surquen Latinoamérica compartiendo entusiasmo y pariendo hijos a un ritmo trepidante.
No eran a pesar de todo esto una familia mal avenida, ni se escondían de nada. Menos cuando decidieron dar por concluida su aventura de misioneros y se camuflaron en un barco mercante de regreso a Estados Unidos, una patria que, como todos sabemos, está llena de oportunidades. Y ahí sí: es en el 79 que renacen de sus cenizas y los Botton cambian su apellido por el de Phoenix. Sólo ellos podían resurgir de una forma tan literal, tan romántica, tan perfecta.
Un joven desarraigado que despega
Su carrera cinematográfica empieza con Stand by me (1986), una versión de Los Gonnies (1985) pero quitando el barco pirata. Un adolescente con su melena rapada y un cigarrillo asomando por sus labios sabrosos: un ídolo que iba tomando forma. Ese año dio para más, ya que en Mosquito Coast hace de hijo de Harrison Ford (dándose un aire, queriéndose mucho).
Respiremos, porque River tenía mucho más que dar, lo hizo en el (no sé si clásico de los ochenta) Running on empty (1988), dónde hace de hijo mayor (primogénito, visionario, el que abre el camino) de una familia de fugitivos. Ahí conoce a su primera novia, y acaricia un Óscar y un Globo de Oro con sendas nominaciones a mejor actor de reparto.
Ahí aprendimos a querer, si cabe, un poco más a River Phoenix, combinando esa cara de ángel desarraigado con una carrera que estaba despegando; ese porte de joven talentoso con el de un veinteañero que iba a las galas de premios despeinado y con chaquetas de terciopelo. El poder indescriptible que te da el candelero.
Un día con Keanu Reeves
Una de las amistades que cambiarían su vida sería la que mantuvo con Keanu Reeves, por aquellos tiempos demasiado joven para ser reconocido, pero con una carrera prometedora que enganchó de lleno con los inicios de la de River. Coincidieron primero en Parenthood (1989) –tercera película de Joaquin Phoenix– y actuaron juntos por primera vez en I love you to death (1990).
En la película de temática homosexual My own Idaho (1992), de Gus Van Sant, los dos jóvenes emprenden, subidos en una moto, la aventura más trepidante de sus carreras: vivir un romance de cine en plenos años noventa a lo Brokeback mountain (2006). Ese caballo ganador que reúne a chico rubio chapero conoce a niño rico moreno y rebelde, con un toque de ‘esto no se ha hecho hasta ahora’, hicieron de este filme un producto de culto en temática gay. Este trabajo reportó sus premios también en el Festival de Cine de Venecia, la Sociedad Nacional de Críticos de Cine y los Spirit Awards.
Sería el año 1993, el maldito, en el que filmó su último trabajo, una comedia romántica floja, The thing called love, en el que conoció a su última novia, Samantha Mathis. Pero no hablemos de cosas tristes, River y Joaquin han sido los primeros hermanos nominados al Óscar en la categoría de actor y el camino que dejó abierto e inconcluso sitúa a River como algo muy cercano a un mito.
Cierro los ojos, pido un deseo y, mientras soplo las velas, susurro: “Quiero que me devuelvan a River Phoenix”.