‘Disobedience’, el amor como acto de desafío

Al conocer la muerte de su padre, el gran rabino de la comunidad judía ortodoxa de Hendon, Londres, Ronit Khruska (Rachel Weisz) regresa a la casa que la vio nacer. No es un regreso fácil pues tras haberse marchado en el pasado de forma repentina quedó en todos, familiares y conocidos, una amarga sensación.

Pero a su vuelta, David Kuperman (Alessandro Nivola), amigo de la infancia y muy cercano al respetadísimo rabino desaparecido, le invita a quedarse con él y su esposa. En ese momento comienzan las sorpresas pues Ronit descubre que la esposa de David es Esti (Rachel McAdams), ahora profesora en una escuela de niñas ortodoxas y entonces su mejor amiga.

La situación es incómoda entre las dos mujeres dado que un pasado complicado marcó el ayer de ambas y ahora vuelve a acorralarlas.

Uno de los grandes

La sagrada familia (2005), El año del tigre (2011), Gloria (2013) y Una mujer fantástica (2017) han situado a Sebastián Lelio en el vagón de los grandes del cine de autor latinoamericano. Aquellos dos magníficos retratos de mujer inmersas en circunstancias complejas, dos mujeres tan distintas como la madura Paulina y la transexual Daniela Vega, dan paso a otras dos mujeres, Ronit y Esti, que buscan también, entre miedos e incertidumbres, su difusa identidad.

Ha sido valiente Lelio saliéndose de su entorno natural para rodar en inglés, lejos del calor de sus habituales equipos técnicos, esta adaptación de la novela Disobedience de Naomi Alderman. Pero, ni mucho menos, ha saltado al vacío al rodearse de sólidos compañeros de viaje. Entre ellos, la dramaturga Rebecca Lenkiewicz, guionista de Ida (2013), aquella extraordinaria propuesta en blanco y negro marcada por una narrativa muy alejada de superficialidades.

En esa línea, Disobedience está muy bien narrada. No hay florituras en este drama cargado de pasión y desbordante de contención y erotismo. Rachel Weisz y Rachel McAdams transmiten tanta credibilidad que hacen nuestra su desazón. Queremos acompañarlas en su tragedia aunque salgamos de la sala envueltos en su frustración. Emocionante.