Los últimos piratas del Mar Negro
Svetoslav Stoyanov nos traslada a Bulgaria para contarnos una historia de piratas alejada de los cánones a los que Hollywood nos tiene acostumbrados. Los últimos piratas del Mar Negro (Poslednite chernomorski pirati) se rodea de hombres rudos que beben y blasfeman a la caza de un tesoro mítico que, dicen, yace en algún lugar del barranco de Karadere.
Sin embargo, no es esta la historia de piratas que cabría encontrar. Stoyanov habla de la premura por alcanzar un sueño cuando este se aleja a grandes zancadas y con amenazante fecha de caducidad. Karadere es ese lugar idealizado donde los desamparados son bienvenidos, pero solo unos pocos pueden ser piratas, porque ser pirata es un juego muy serio. El capitán Jack «La Ballena», líder alentador del grupo, guía con mano de hierro el camino a seguir, motivado por la visión esotérica de una vidente.
Stoyanov, apoyado en la línea narrativa marcada por Vanya Rainova, construye un relato sobre esas ilusiones que nos mantienen en pie, engarzando las vidas de varios miembros del grupo. Y como toda buena historia de piratas, no falta la princesa, coprotagonista de una hermosa historia de amor, tan dulce como dolorosa, que insufla acaso más sentimiento a esta historia de soñadores aguerridos e infatigables.
Ucrania no es un burdel
Desde el este de Europa llega un título con las ideas muy claras. Ucrania no es un burdel (Ukraine is not a brothel) se presenta aparentemente como una simple mirada al movimiento feminista Femen, famoso por sus protestas en topless. Sin embargo, la cinta de Kitty Green va más allá de la mera hagiografía que podía haber resultado, desvelando la cara oculta detrás de la organización, una realidad desconcertante que contraviene sus preceptos básicos.
El documental de la australiana Green supone un auténtico viaje de descubrimiento constante, un camino iniciado con pautas obligadas a cambiar a cada paso. Sorprendida por lo que va descubriendo de la organización, Green abandona la idea de ofrecer una película «bonita» sobre Femen y decide zambullirse en el barro para sacar a la luz su lado más oscuro. Admiradas por unos, odiadas por otros, lo que está claro es que, como comenta Green, las chicas de Femen dan pie a un debate necesario.
Nepal forever
En ocasiones, el género documental alcanza tales cotas narrativas que parece adentrarse en la ficción. Parte preparación, parte suerte. En el caso de Nepal forever (Непал форева), gran culpa la tienen sus dos protagonistas. Sergei y Viktor, dos políticos comunistas rusos, son uno de esos milagros que todo director desea, una pareja cómica cuyos diálogos parecen extraídos de la sitcom más absurda.
Estos Quijote y Sancho de San Petersburgo viajan hasta Nepal para predicar las bondades del comunismo. La cámara de Aliona Polunina no necesita más que acercarse a ellos y observar cómo abordan las situaciones que les van sucediendo. Verlos organizar eventos llenos de chapuzas, enterarse de la muerte de Kim Jong-il o simplemente cortarse el pelo proporciona momentos tan absurdos que uno llega a preguntarse si todo aquello está sucediendo realmente.
Y al final, Polunina no juzga. Tan solo deja en evidencia lo absurdo de la política, sean cuales sean sus colores. En un mundo en el que uno no termina de saber qué lo controla, estos dos personajes, que no se saben perdidos, intentan encontrar su norte sin perder la compostura. Al final, como los piratas del Mar Negro y las activistas de Femen, todo se resume en un grupo de soñadores persiguiendo un ideal.