Cugat es el único español con cuatro estrellas en el Paseo de la Fama del Hollywood Boulevard. Su relato clava la caricatura del triunfador surgido de la nada que vive en un mundo de lujo y excesos y acaba en la semirruina de los olvidados. Pero entre una y otra situación construye una historia fascinante que se inicia cuando a los cuatro años, tras un viaje de casi dos meses en un barco destartalado que carecía de camarotes y escapando de las represalias por el republicanismo de su padre, llega con su familia y sin un duro a La Habana.
Todo empieza para él cuando inicia estudios de violín clásico y siendo apenas un niño forma parte de una orquesta que toca en el Teatro Nacional de la capital de Cuba. Como relata el propio músico en el documental, la suerte siempre jugó un papel importante en su vida y con sólo doce años y gracias a la mediación del tenor Enrico Caruso que vio en él a un niño prodigio, desembarcó en Nueva York.
Los primeros tiempos fueron especialmente difíciles y fue su casa un banco de Central Park en donde durmió cada noche durante algún tiempo. Pero las cosas pronto mejoraron cuando se integra en Los Gigolós, una banda especializada en tangos en la que permanece hasta 1918. No tardará en utilizar también el dibujo como fuente de ingresos publicando tiras cómicas y caricaturas en el periódico Los Angeles Times.
Imágenes y testimonios
Conjugando imágenes de archivo con testimonios y declaraciones de personas con él relacionadas o especialmente interesadas en su personaje -entre ellas, Isabel Coixet, Román Gubern, Bebo Valdés y Javier Gurruchaga-, el documental Sexo, maracas y chihuahuas recorre todas las épocas de Cugat en un tono que en todo momento huye de la hagiografía.
Nos traslada las luces y las sombras de un personaje único que comenzó a comerse Hollywood durante el rodaje de la adaptación al cine de Los cuatro jinetes del apocalipsis, de Vicente Blasco Ibañez, película muda en la que Cugat tocaba el violín dando forma a unas piezas que acompañaban a las imágenes. Allí conoció a Rodolfo Valentino, que le ayudó a introducirse en aquel cerrado mundo.
A partir de ahí todo el viento soplaría a favor al incorporarse como músico al famoso club Coconut Grove del Hotel Ambassador de Los Ángeles. Son los años dorados del cine musical y Cugat se hace imprescindible en los platós y en las grandes fiestas de Hollywood y Las Vegas, dirigiendo sus luminosas orquestas al tiempo que sostiene en los brazos alguno de sus perritos chihuahua.
Con una habilidad que la película refleja sin tapujos, construye una imagen en la que lo latino casa con lo sensual y el hedonismo, el lujo, la exuberancia y, en definitiva, las ganas de vivir.
Paralelamente levanta su fama de amante empedernido siempre del brazo de bellísimas mujeres. Una historia, la del latin lover, que se inicia con su boda con Rita Montaner, una mulata deslumbrante, a la que seguirían otros cuatro matrimonios, el tercero con la icónica Abbe Lane, y un incontable número de amantes siempre voluptuosas y que casi siempre incorpora a sus orquestas.
Sin tapujos
Frente a la cámara Cugat no se corta y hace alarde de sus amistades y sus relaciones. Presume de haber bautizado a Rita Hayworth, de ser el primero que ayudó a Frank Sinatra como cantante y a Woody Allen como cineasta y de sus encuentros con celebridades tan distintas como Clark Gable, “una de las personas más adorables”, Esther Williams o Dalí, y con otras menos glamurosas, como Al Capone, “con el que comí muchas veces. Él era el que me entregaba el talón cada sábado porque casi todos los artistas que triunfaron entonces en los Estados Unidos de una forma u otra estaban relacionados con miembros de la mafia”, afirma sin pestañear el propio Cugat.
Sexo, maracas y chihuahuas recupera a un personaje que no debe caer en el olvido y alimenta la idea de que vida e imagen confluyen en Xavier Cugat. Su peculiar existencia se cerró a los 90 años en Barcelona alejado de las luces y el desenfreno de sus años de esplendor como refleja el hecho de que, ya sin recursos, pagó con caricaturas y dibujos las facturas del hotel en el que se hospedó en sus últimos tiempos.
Pero, genio y figura, ese hotel era el Ritz, y el coche en el que ya físicamente muy deteriorado se trasladaba era un impecable Rolls Royce dorado que, según parece, ya no le pertenecía.
Xavier Cugat está enterrado en el cementerio viejo de Gerona, ciudad en la que había nacido. En la Biblioteca de Cataluña se conserva buena parte de su obra gráfica y musical.
Dirección y guion: Diego Mas Trelles
Fotografía: Raúl Cuevas, Emiliano Entenza, Biel Mauri
España / 2016 / 87 minutos