El árbol de la sangre, producto de un alambicado guion al que por momentos parece sobrarle alguna pieza, no es una excepción a la hora de combinar lo onírico y lo real para construir una historia llena de recovecos.
Rebeca (Úrsula Corberó) y Marc (Álvaro Cervantes) son una joven pareja enamorada que viaja hasta un antiguo caserío que perteneció a la familia de Marc para, asomándose con buena fe a los respectivos pasados, escribir su historia en común. Durante esos días recompondrán un gran árbol genealógico con veinticinco años de ramas en las que florecieron relaciones de amor, desamor, sexo, locura, celos e infidelidades.
A medida que hurgan y avanzan en lo que quedó atrás van descubriendo el profundo misterio, la decisiva tragedia que marcó sus vidas. Un descubrimiento que pondrá en peligro la historia de amor que ellos están viviendo, hoy, como pareja.
Van asomándose a la pantalla y a la historia personajes diversos: mafiosos rusos, esquizofrénicas cantantes, escritoras superadas por situaciones tormentosas, gigolòs, almas de una ingenuidad cuasi infantil… todo un aluvión de rostros y personalidades que enrevesan el tronco central del relato que, precisamente por eso, cobra el sello inconfundible del Medem desbordante y creador. Ese cineasta que no se cansa de ponernos ante los ojos metafóricos poemas de enorme fuerza visual. Películas arrebatadas que, en cualquier caso, no debemos perdernos.
El árbol de la sangre
Dirección y guion: Julio Medem
Intérpretes: Úrsula Corberó, Álvaro Cervantes, Najwa Nimri, Patricia López Arnaiz, Daniel Grao, Joaquín Furriel, Maria Molins, José María Pou, Ángela Molina
Fotografía: Kiko de la Rica
Música: Lucas Vidal
España / 2018 / 134 minutos