La propia Donoghue ha sido la encargada de adaptar al lenguaje cinematográfico su novela, tarea que le ha requerido una depuración considerable teniendo en cuenta el particular punto de vista desde el que se narraba el texto, el del niño, lleno de descripciones infantiles sobre la realidad concebida a través de sus ojos.
Donoghue ha optado, entonces, por una narración más minimalista, cruda, al grano, consciente de que la pantalla no da lugar al engaño de las descripciones literarias. Obviando esa mirada inocente del punto de vista (aunque Jack sigue siendo el protagonista de la historia), la adaptación captura a la perfección el espíritu de la novela, un drama con algún toque puntual de suspense.
Resulta difícil hablar de La habitación sin desvelar información importante de su trama (de hecho, el tráiler cuenta más de lo que debería), pero no está de más apuntar que la miga de la cinta de Abrahamson va más allá de si Jack y su madre serán capaces de escapar de aquel lugar. O mejor dicho, la película trata sobre si sus dos protagonistas serán capaces de escapar realmente de allí, no solo física, sino psicológicamente.
No es La habitación una película de fugas con sofisticados planes de escape e infartantes secuencias de montaje del logro. Aquí lo que importa son las secuelas de un cautiverio, a lo que se contraponen el descubrimiento inocente del niño y la toma de contacto amarga de la madre.
Dos marginados
El minimalismo del que antes hablábamos lleva a que la narración de la primera parte de la película sea algo más atropellada que la de la segunda. Donoghue y Abrahamson evitan todo sensacionalismo posible y avanzan rápidamente para presentar finalmente el asunto que quiere tratar la película, lo que hace que su primer tramo esté más soslayado de lo que le convendría. No es que necesite muchos más elementos para hacer que el público empatice con sus protagonistas (dada su situación y el vínculo que les une, es sencillo conectar con ellos), pero se echa en falta algo más de recorrido en la primera mitad.
Sin embargo, pese a lo atractivo del planteamiento inicial de La habitación, su auténtica sustancia está en la segunda parte, donde la cinta echa mano de psicología para ir más allá de lo que cualquier película de fugas tendría como final. Jack y su madre son forzosamente dos marginados, dos desplazados de un mundo del que se apearon involuntariamente. La realidad, lejos de mostrar la cara amable de una película más simplona, trae consigo miedo, sospecha y rencor. La injusticia del que no ha podido continuar su vida se enfrenta al lujo del que ha seguido adelante. Al final, el amor es lo único que puede rescatarnos.
Al frente del reparto está una enorme Brie Larson que ya ha arrasado como mejor actriz en los Globos de Oro, los Bafta, los Gotham y varios premios de la crítica y los sindicatos de cine. Ganadora prácticamente cantada del Óscar, Larson se hace fuerte desde la contención, construyendo con sutileza un personaje complejo, roto e inestable.
A Larson ya la teníamos fichada como una intérprete de altura desde su excelente trabajo en la recomendable Las vidas de Grace (Short Term 12) [1], así que la auténtica revelación es Jacob Tremblay, que está sencillamente increíble más allá de los méritos que le da ser tan joven. Pocas veces se encuentra uno ante una mezcla tan natural de inocencia y madurez.
El tema que trata La habitación podía haberla convertido en el consabido telefilme de sobremesa. La mirada que arrojan Abrahamson y Donoghue la hace volar mucho más allá, abandonando lo superfluo para sumergirnos en lo que no nos suelen contar: el aterrador después.
Dirección: Lenny Abrahamson
Guion: Emma Donoghue (Basado en su novela)
Intérpretes: Brie Larson, Jacob Tremblay, Joan Allen, Sean Bridgers, Tom McCamus, William H. Macy
Música: Stephen Rennicks
Fotografía: Danny Cohen
Irlanda-Estados Unidos / 2015 / 118 minutos