Dios aprieta, pero no ahoga. Salvo cuando se pone bíblico. Para el caso que nos ocupa, quizá mejor eso que escribió Guillermo Fesser de que Cuando Dios aprieta, ahoga pero bien. Y es que Dios es uno de los personajes más complejos jamás escritos. Del cuidado más paternalista pasa a la ira más devastadora, todo tocado por esa gracia que siempre se le achaca. Y, curiosamente, siempre desde la sombra, tan enigmática es su figura.
Los diversos emisarios que ha tenido no han podido evitar dudar en ocasiones. Al fin y al cabo son grandes proezas las que han llevado a cabo. Matar a un hijo, liberar a un pueblo o, como en esta ocasión, reunir el escaso resquicio viviente de «pureza» en el planeta y meterlo en una embarcación a salvo de un diluvio de proporciones, cómo no, bíblicas.
Aronofsky se acerca al conocido relato para extraer lo básico, los mimbres de la historia. A partir de ahí, lo que se sucede frente a nuestros ojos es invención de Aronofsky y Ari Handel, autores del texto. Ambos abordan la epopeya de Noé con un tratamiento de cómic. Nada extraño teniendo en cuenta el testeo previo que hicieron del guion convirtiéndolo en novela gráfica.
Una épica tamizada con el lenguaje del cómic. Ahí reside el primer y acertado distanciamiento del texto original, uno de los puntos fuertes para cautivar al espectador (más allá de quién firma qué y quién se deja ver en pantalla). El segundo es el tratamiento de los personajes. No encontramos en este Russell Crowe a un Noé heroico, sino a una marioneta ante los designios divinos cuyo sometimiento a Dios lo ciega ante el sufrimiento de los que le rodean.
La fe ciega de un antihéroe
El Noé de Aronofsky deja al descubierto una reflexión que no pocos han meditado: ¿eran realmente «culpables» todos los que sucumbieron a aquella ira divina? Los gritos de sus congéneres se cuelan a través de las paredes del arca, pero Noé hace oídos sordos. Su falta de escrúpulos no pasa desapercibida a su familia, que cuestiona continuamente el sentido de aquella misión. Definitivamente, no estamos ante un héroe. Más bien ante un perturbado con buenas intenciones.
La fe ciega es uno de los grandes temas del filme. Junto a esta, dos conflictos de una raíz puramente humana que propician algunos de los momentos más interesantes. Emma Watson y Logan Lerman, a quienes vimos juntos en la estupenda Las ventajas de ser un marginado, son sus protagonistas. La primera carga con un complejo que la conduce a la culpa. El segundo se desespera de impotencia y llena su alma de odio.
Aronofsky ha repetido en varias entrevistas que Noé tiene más de película independiente que de taquillazo. Es cierto que bajo los efectos especiales late una reflexión que puede dar lugar a un debate durante los créditos, pero las largas parrafadas que recitan sus intérpretes, esos diálogos demasiado enunciativos, parecen querer servir en bandeja el punto de vista de sus guionistas para que el espectador no ande dando vueltas a la cabeza durante la siguiente demostración de pericia técnica.
En definitiva, este Noé ofrece un entretenimiento muy honesto. Aquellos que disfrutaron con la atmósfera opresiva de Réquiem por un sueño o Cisne negro tendrán aquí su ración. Quienes gusten de la épica se encontrarán a gusto. Quienes busquen una obra de autor… Bueno, siempre hay más opciones en cartelera.
Dirección: Darren Aronofsky
Guion: Darren Aronofsky y Ari Handel
Intérpretes: Russell Crowe, Jennifer Connelly, Ray Winstone, Emma Watson, Logan Lerman, Douglas Booth y Anthony Hopkins
Música: Clint Mansell
Fotografía: Matthew Libatique
Productoras: Paramount Pictures, New Regency Enterprises y Protozoa Pictures
Distribuidora: Paramount Pictures Spain
Estados Unidos / 2014 / 138 minutos