Todo comenzó en 2005, cuando el escritor y crítico de arte Michael Francis Gibson asistió en París a la proyección de Angelus y quedó tan impresionado por la visión pictórica de su director, Lech Majewski, que le regaló su libro El molino y la cruz, un particular análisis de la tela Camino al calvario de Bruegel.
Reto
El director polaco, cuya carrera creativa había arrancado en la pintura y la poesía, asumió el reto y decidió hacer cine de aquella propuesta. No le pillaba de nuevas, ya que varias de sus películas tienen a la pintura y a sus creadores como fondo. Él había sido el guionista de Basquiat y el director de El jardín de las delicias, aclamada cinta basada en la mítica tela de Hyeronimus Bosch. Además, algunas de sus piezas de videoarte habían sido exhibidas en el Museo de Arte Moderno de Nueva York y en la Bienal de Venecia.
Sirviéndose de las nuevas tecnologías y efectos 3D, y tras tres años largos de trabajo, Majewski nos traslada a 1564, año en el que fue pintado el cuadro, y nos instala en aquel Flandes gobernado con mano de hierro por la Monarquía hispánica para narrarnos la hipotética historia, en aquel marco, de la pasión de Cristo.
Docena de personajes
De los 500 personajes representados en el cuadro de Bruegel que cuelga en Viena, la película rescata una docena que desarrolla su actividad en un paisaje de negros presagios en el que un hombre va a ser crucificado.
Vemos como los vendedores ofrecen sus mercancías a los caminantes, como unos hombres se pelean, en tanto otro grupo ajeno al entorno juega y apuesta, los niños corretean, las parejas se soban, los soldados pasean su amenaza erguidos en sus caballerías y en este clima de feria y bajo un cielo desolado, como en un ritual más para el pueblo, un hombre va a ser crucificado.
Ahí está desde hace cuatro siglos largos, -enigmático, majestuoso y, como todo Bruegel, preñado de simbolismo-, el cuadro que cuelga en el Museo de Viena. Y ahora, nos llega, también magistral a su modo, El molino y la cruz, que invita al espectador a saltar la barrera y colocarse codo a codo con un Bruegel que transita y toma notas, observa y corrige en el propio escenario de los acontecimientos lo que va a ser su indeleble obra.
Filósofo entre pintores
Como señaló en la presentación de la película en Madrid el ex director del Museo del Prado, Fernando Checa, Bruegel fue y sigue siendo un sabio filósofo entre los pintores.
El camino al calvario está firmada y fechada en 1564, el año en que murieron Miguel Ángel y Calvino, el mismo en el que nacieron Shakespeare, Galileo y el primero de los dos hijos de Bruegel. La fecha en la que serían ejecutados el conde de Egmont y el gran almirante Philip de Montmorency, conde de Hormes, quienes, por orden del Rey de España, fueron decapitados y exhibidos, con sus cabezas ensartadas en picas, ante una sobrecogida muchedumbre.
En ese clima pinta su cuadro Bruegel y, como en la mayoría de sus trabajos, recoge el dolor para ocultar lo evidente mediante la distracción hacia otro lugar de la obra. “Lo oculto debe ser palpable”: era su estratagema para mostrar la quintaesencia del sufrimiento. Y para demostrar, como la tela muestra, que casi nadie se ocupa de ese dolor. La víctima se queda sola, es abandonada y olvidada. Los demás tienen que seguir viviendo sus vidas, pensando, en una desolada atmósfera de supervivencia, en sacar el máximo provecho posible alejados de cualquier pesar.
Así lo reflejan, cada pieza en su sitio, en su formato y en su momento, el cuadro original y la propuesta cinematográfica. Este El molino y la cruz de factura deslumbrante que se sirve de las más que convincentes actuaciones de Rutger Hauer, en el papel del pintor, y Charlotte Rampling, como esa Mater Dolorosa que bajo la luz blanca de Flandes mira el sufrir de su hijo sin comprender ni los porqués, ni la trascendencia de aquella crucifixión.
EL MOLINO Y LA CRUZ TRAILER H264 from Surtsey Films on Vimeo.
- La película se estrena el 14 de diciembre de 2012.