Tras la aplastante invasión de las tropas alemanas, en mayo de 1940 Francia se derrumba y millones de personas se ven obligadas a abandonar sus casas, trabajos y pertenencias, echarse a las carreteras y a los caminos con los pocos enseres que podían transportar y huir hacia el sur en busca de refugio.
Entre esa población presa del pánico se encuentran los habitantes de un pequeño pueblo cercano al Paso de Calais que, guiados por su alcalde, intentan alcanzar Arras. Una de las personas que integran esa patética caravana es Suzanne, una joven maestra del lugar que se hace cargo de un niño cuyo padre, por el hecho de ser alemán, fue arrestado tras declararse la guerra.
Sin que ella lo sepa, ese hombre ha logrado escapar y ha emprendido un tortuoso viaje en busca de su hijo. Buena parte de la película se centra en esa dramática búsqueda.
Vergüenza nacional
Vuelve Carion a contarnos, como hizo en Feliz Navidad y en El caso Farewell, pedazos de historia. Fragmentos del pasado más duro a los que el director francés confiere equilibrio al decantarse por un tono sencillo y delicado, sin cebarse en truculencias, pese a lo agrio de lo que se relata.
(Magnífica la secuencia en la que los stuckas de la aviación germana arrasan el camino, llevándose por delante a personas y animales).
Mayo de 1940 tiene la particularidad de recoger en su guion los testimonios de la madre del cineasta -que en el momento del estreno de la cinta estaba a punto de cumplir los 92 años-, que formó parte del éxodo que se cuenta. De ella, de primera mano, le llegaron las terribles vicisitudes vividas por aquella población de la zona septentrional de Francia en la que el director pasó su infancia.
Como declara con dureza el propio Carion: «Aquel éxodo fue una vergüenza nacional. Ni el gobierno ni el ejército estuvieron a la altura. Abandonaron el pueblo a su suerte. La guerra no empezó con toda su tragedia hasta que los alemanes nos atacaron. La víspera, Francia todavía era la tercera potencia mundial. Sobre el papel teníamos el mejor ejército, ya que ganamos en 1918, y de repente, en apenas quince días, todo se vino abajo. Fue el hundimiento moral de todo un país. De muchas personas que, como mi familia, creían vivir en un país sólido en el que nada de lo que tuvieron que soportar podía suceder».
En carne viva
Se nota ese cine en carne viva, lleno de sensibilidad, marcado por la proximidad del autor que hace que los personajes sean retratados como eran: gente tosca en sus formas, de poco cultura pero enorme corazón. Seres que en el medio del caos eran capaces de unirse y caminar con la cabeza alta.
Los paisajes adquieren también carta de protagonismo en el conjunto, como la tiene la banda sonora de Ennio Morricone que se integra perfectamente en el aire de una cierta nostalgia que en muchos de sus tramos la película transmite.
Mayo de 1940 es, por todas esas razones, una propuesta interesante que, como ha confesado su director, no pretende ser una lección de historia, sino el relato de algunas pequeñas historias que hacen la historia.
Director: Christian Carion
Guion: Christian Carion, Andrew Bampfield, Laure Irmann
Intérpretes: August Diehl, Olivier Gourmet, Mathilde Seigner, Alice Isaaz, Matthew Rhys, Joshio Marlon, Thomas Schmauser, Jacques Bonnaffé
Fotografía: Pierre Cottereau
Música: Ennio Morricone
Francia / 2015 / 114 minutos