Originalmente la película se tituló El señor de las hormigas, porque Braibanti (Firoenzuola d´Arda, 1922 – Castell´Arquato, 2014) era, además, un reputado mirmecólogo con numerosos estudios sobre el comportamiento y la vida social de estos insectos.
El juicio celebrado en Roma en 1968 sobre el que la película se centra causó un gran escándalo. Braibanti fue condenado a nueve años de prisión acusado de haber sometido la voluntad de uno de sus alumnos. La acusación, sustentada en una ley sobre el lavado de cerebro introducida en el código penal durante el fascismo, en realidad estaba íntimamente relacionada con la condición de homosexual y comunista del acusado.
El relato real de los hechos confirma que en 1962, cuando residía en Roma, Braibanti vivía con Giovanni Sanfratello, un joven de 18 años que había abandonado a su familia cuando sus padres le prohibieron seguir frecuentando los círculos intelectuales y artísticos de su maestro.
En 1964, Ippolito Sanfratello, padre de Giovanni, denunció a Braibanti por lavado de cerebro. Según la acusación, el joven habría estado subyugado por los intelectuales, que le habrían reducido a una especie de esclavitud mental. El joven fue internado en al manicomio de Verona, donde fue sometido a electroshocks.
Tras quince meses de internamiento, Giovanni fue liberado con una serie de condiciones, entre las que figuraban su residencia obligatoria en la casa familiar y la prohibición de leer libros que tuviesen menos de cien años.
En su defensa, Braibanti hizo notar que el joven había decidido seguirlo de forma voluntaria. Durante el proceso, Sanfratello corroboró esta tesis.
El drama judicial que la trama cinematográfica refleja a través de tres etapas diferentes de la historia y del proceso cuenta cómo un periodista se comprometió a reconstruir la verdad, enfrentándose con decisión al poder y a la censura.
La ley sobre el lavado de cerebro sólo produjo una única condena durante su tiempo de vigencia y fue eliminada por sentencia del Tribunal Constitucional italiano el 8 de junio de 1981.
Luigi Lo Cascio, en el papel protagonista, transmite la dignidad y entereza que su personaje requiere. Por su parte, Gianni Amelio (Magisano, Calabria, 1945) ha dirigido destacados títulos como Puertas abiertas (1990), nominada a los Óscar en la categoría de mejor película de habla no inglesa; Ladrón de niños (1992), gran premio del jurado del Festival de Cannes; Lamerica (1994), mejor director en el de Venecia; Así reían (1998), León de Oro también en la cita veneciana, o Las llaves de la casa (2004).
Amelio tenía in mente desde hace tiempo rescatar la figura de Braibanti: «Es una película sobre la violencia y la estupidez de los prejuicios. Sobre el amor sometido al conformismo y la hipocresía. Una muestra de la vida provinciana italiana en los cruciales años 60, cuando el bienestar económico no crecía al mismo ritmo que la conciencia sobre las cosas y la apertura emocional. La familia es un espacio cerrado donde los desacuerdos intergeneracionales siguen siendo acalorados y conflictivos. El asunto, tal y como había sucedido, sigue revelando elementos inquietantes más de medio siglo después. El espectador puede preguntarse: ¿Cómo fue posible? ¿Cómo pudo ocurrir? Aunque hoy, aparentemente, ya nada parece escandalizar a nadie, la odisea de El caso Braibanti tiene algo de inquisición. Seguimos siendo testigos de ello todos los días. Porque, en el fondo, no ha cambiado mucho. Detrás de una fachada permisiva, los prejuicios existen y perduran, generando odio y desprecio hacia cualquiera que sea ‘diferente’. Ya no es el momento de someterse o tolerar cualquier forma de abuso hacia las personas menos protegidas. Esta película pretende infundir el valor de rebelarse».
El caso Braibanti
Dirección: Gianni Amelio
Guion: G. Amelio, Edoardo Petti y Federico Fava
Intérpretes: Luigi Lo Cascio, Elio Germano, Sara Serraiocco, Leonardo Maltese, Anna Caterina Antonacci y Rita Bosello
Fotografía: Luan Amelio
Italia / 2022 / 134 minutos
Distribución: Surtsey Films