Bilbo Bolsón, Gandalf el Gris, Thorin Escudo de Roble y los enanos continúan su viaje hacia la Montaña Solitaria, donde les aguarda el dragón Smaug. Las segunda parte de la trilogía de El hobbit tiene secuencias entretenidas, pero las innumerables tramas que no se cerrarán hasta la próxima película, los pasajes menos trepidantes y sus más de dos horas y media de duración no le hacen ningún favor.
Espada, brujería y risas
Peter Jackson, que tiene un breve cameo, no se ha olvidado de quien fue ni qué empezó haciendo. Hay mucha comedia en La desolación de Smaug, y mucha de ella es física. Han pasado unos cuantos años desde que dirigió Mal gusto y Braindead: Tu madre se ha comido a mi perro, pero quien tuvo retuvo. El slapstick está muy presente y los pobres enanos tienen que aguantar que les echen pescado por encima o que les pisen la cabeza, entre otras perrerías, para deleite del público.
Los orcos tampoco se libran; aunque hay decapitaciones y, en general, acaban todos bastante mal, sus muertes tienen cierta vis cómica. La de esta película es una violencia para (casi) toda la familia. Una de las mejores secuencias es la que protagonizan los enanos (y el hobbit) cuando se lanzan a un río montados en barriles, intentado huir de una horda de orcos que acaban convertidos en bolos vivientes derribados por los barrigones barbudos.
La otra gran baza de la película está en su tramo final, cuando la cosa se pone verdaderamente trepidante, con Bilbo adentrándose en los dominios de Smaug sigilosamente para, más tarde, dar paso a un combate singular entre los enanos y el gigantesco reptil. A la historia le sientan muy bien las carreras por las minas abandonadas de los enanos y la aparición del dragón, charlatán y soberbio.
Reinterpretando a Tolkien
Aunque se llame El hobbit, las diferencias con esa obra de Tolkien son notables. La visión de Peter Jackson incluye personajes que no aparecen en el libro, como el orco Azog o la elfa Tauriel. Con estas incorporaciones, la aventura se expande y ofrece al espectador conocedor de la obra del autor inglés material nuevo y desconocido. Lo que pasa es que Turiel acaba siendo una mera excusa para incluir una trama amorosa (porque parece que si no hay una trama amorosa, no hay película) y los personajes principales acaban siendo tantos que el metraje para cada uno de ellos se reduce drásticamente.
Thorin, los enanos, Bilbo, Gandalf, Legolas, el Bardo, Tauriel, Azog y sus guerreros… Y, por supuesto, Smaug el dragón comparten estas más de dos horas y media. Al final, los arcos argumentales se multiplican y la película se acaba con un «continuará…» que deja la miel de la resolución en los labios. Pero no podemos decir que no nos lo avisaron.
El hobbit: la desolación de Smaug
Director: Peter Jackson
Guion: Fran Walsh, Philipoa Boyens, Peter Jackson y Guillermo del Toro
Novela original: J.R.R. Tolkien
Intérpretes: Ian McKellen, Martin Freeman, Richard Armitage, Evangeline Lilly, Orlando Bloom, Benedict Cumberbatch
Estados Unidos / 164 minutos / 2013