«Todo es cuestión de muñeca y yo tengo el toque». Frankie Machine tiene una fe ciega en su brazo. Como crupier clandestino, vive de él. “Dame vidilla, brazo”, suplicaba, besando una vez su rosario para que le diera suerte mientras los apostadores esperaban angustiados y zas –ahí iba– un dos más dos o el siete más uno, dos treses sin reveses, dados enrollados, “cuando tengas una corazonada apuesta a todo o nada, no vale para nada si no te mojas en la jugada…”.
Veterano de la Segunda Guerra Mundial y habitante en los años 40 del barrio polaco de Chicago, Frankie frecuenta un ambiente sin horizontes en el que malviven drogadictos, prostitutas y camellos.
Resistiéndose a aceptar las cartas marcadas que el destino le reserva, se esforzará por estabilizar su vida personal, tratando de ganarse el pan desde la decencia al tiempo que lucha contra una creciente adicción a la morfina. Retos complejos en un entorno hostil: no le va resultar nada sencillo huir de lo que su entorno le augura.
Ese es el meollo de esta poderosa novela que conjuga poesía, horror y compasión, en un equilibrio que sólo alcanza la mejor literatura del género. Los amantes de las densas historias en blanco y negro, –bicolor era la película; bicolor este medio millar de páginas de la que parte–, están de enhorabuena. No se la pierdan.
Peculiar
Admirado por colegas de letras mucho más conocidos, como Hemingway, –que dijo de él: “Lo que este hombre escribe puede golpearte con ambas manos y matarte si no vas con cuidado”–, Auden o Dos Passos, Nelson Algren fue un tipo, y un escritor, peculiar. Su radicalismo político, del que nunca claudicó, lo situó en el punto de mira del FBI y del macartismo.
Nacido en Detroit, vivió casi toda su existencia en Chicago, en donde estudió periodismo y desempeñó oficios varios. Sus primeros escritos datan de una época en la que trabajaba en una gasolinera de Texas. “Por allí ví pasar, escribiría más tarde, a muchos de los personajes que luego se verían reflejados en mis libros”.
Así debió de ser pues sus historias están pobladas de seres a contracorriente; solitarios que no acaban de encontrar nido; mujeres que persiguen quimeras; individuos que llevan la derrota tatuada: unos inocentes y otros no tanto, pero todos señalados por el dedo de la derrota.
A los ‘sin hogar’
En 1935 publicó, específicamente dedicada “a todos los sin hogar de Estados Unidos”, Somebody in Boots, su primera novela. Pero el reconocimiento no le llegaría hasta 14 años después cuando puso en la calle El hombre del brazo de oro, que fue saludada por los críticos de los principales suplementos literarios norteamericanos como “literatura verdadera hecha por un novelista de verdad”.
Tuvo un éxito relativo, pero la baza del destino estaba jugada y como si alguno de sus argumentos se le enredasen en su propia existencia, tras publicar en 1956 Un paseo por el lado salvaje, Algren intentó suicidarse. Sobrevivió, pero la bebida y el juego le maltratarían hasta su encuentro definitivo con lo más oscuro, que tuvo lugar en 1981 en Long Island tras un ataque al corazón.
Tras su fallecimiento, una calle de Chicago llevó su nombre durante un tiempo. Las quejas de los residentes polacos, que consideraban que el autor los menospreciaba en sus obras, hicieron que aquellas placas fueran retiradas. En su lugar, hoy, la fuente Algren preside una de las plazas de la ciudad.
El escritor se había casado dos veces y vivido una apasionada relación con Simone de Beauvoir, con la que se escapó a un largo viaje por España y Latinoamérica. Cuando Beauvoir murió en 1986 fue, por expreso deseo, enterrada llevando en el dedo corazón de su mano izquierda el anillo que Algren le había regalado durante aquel tiempo de romance.
Nelson Algren
Traducción: Vicente Campos
Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores
508 páginas
23 euros