Los nombres propios que ponen cara a esta tendencia son muchos. Winona Rider en Stranger Things, las musas clásicas Susan Sarandon y Jessica Lange en Feud; Jessica Biel en The Sinner; Nicole Kidman, Reese Whiterspon y ahora Meryl Streep en Big Little Lies; Naomi Watts en Gipsy; Diane Keaton y Jude Law en The Young Pope, Matthew Mcconaughey en True Detective, Amy Adams en Heridas Abiertas, el malogrado Kevin Spacey en House of Cards o, con el último lanzamiento de Netflix, El método Komisky con Michael Douglas.
Pero éste es un camino de ida y vuelta, pues la relación de la televisión con la carrera de un actor cuenta con toda clase de combinaciones. Algunas, incluso, ganadoras.
Jennifer Aniston: el nacimiento de una estrella
No se sabe qué fue primero si el huevo o la gallina, la joven que dio éxito al formato o el formato que dio éxito a la joven. Pero una cosa está clara, la mujer de inmutable melena planchada está unida para siempre a su papel de Rachel Greene en la inolvidable sitcom Friends.
Se desconoce la fórmula exacta por la que ha logrado ganarse un lugar en el celuloide, mientras sus compañeros de reparto se fueron diluyendo de la escena con los años. La pregunta hay que plantearla: ¿Y dónde se quedó el buenazo de Ross?
Sarah Jessica Parker: la historia del encasillamiento
¿En cuántas ocasiones alguien ha visto una película de ella después de dar por zanjada su etapa en Sex and the City sin que al menos se pase por la cabeza por qué Carrie Bradshaw se ha colado en una historia que no le pertenece?
Y es que detrás de ese diario de una soltera que encandiló a hombres y mujeres casi por igual aparece la cruda realidad de una actriz corta de recursos pero que ha sabido reinventarse sin tener nada nuevo que mostrar al mundo. Y todo gracias a esa serie que la catapultó al éxito.
Peter Krause: el protagonista al que se lo tragó la serie
Los más pacientes buscarán su nombre en Google y encontrarán una cara más o menos familiar que protagonizó una de las series más importantes de la historia de la televisión: A dos metros bajo tierra. Pero no, no fue suficiente. Cinco temporadas con presencia indiscutible en primer plano no ayudaron a Krause a ganar la proyección que su interpretación le debería haber regalado sin pedirlo. Una lotería o ese momento de gloria que te regala la televisión y que, sin permiso, arrebata para malograr una carrera prometedora.
Bryan Cranston: el protagonista condenado a secundario
Que llegara con esas marcadas arrugas a Breaking Bad ya avisaba de que le había costado entrar en escena. Sin embargo, de lo inesperado surgió un papel tan inolvidable como único. Simplemente nadie hubiera podido hacer mejor de villano hecho a sí mismo o, corrijamos, humano pervertido por las circunstancias.
Cabía esperar que, con lo que le había costado, llegara a encumbrar algún otro éxito después de terminar la serie. Habrá que seguir esperando, nada de lo que ha hecho después se ha mantenido a la altura de la estela que dejó su personaje de Walter White.
Holly Hunter: mejor nunca haberlo intentado
La ganadora de un Óscar por su interpretación de una mujer muda que se enamora de un Harvey Keitel disfrazado de maorí en El Piano (1993) sufrió lo que a otros muchos les pasa con las series: desapareció prácticamente después de recoger su estatuilla. El ensordecedor eco del reconocimiento y que a veces te hace desaparecer sin razón aparente.
Al igual que Peter Krause, se atrevió con la aventura que planteaba la serie de Alan Ball Here and Now, presentada este año en HBO. Apenas culminada la primera temporada se anunció que el proyecto se cancelaba. Y con ella, los deseos de Hunter de resucitar tras años enterrada en el fondo del mar, precisamente donde fue a parar el piano de la película. Una historia paralela en la que actriz y serie mueren casi al mismo tiempo.
Claire Danes: siempre en la cresta de la ola
Llegó a Homeland con un curriculum con papeles memorables como el de Julieta junto a Leonardo Di Caprio. Y se lanzó con frenos y a lo loco al mundo de la televisión, encarnando a esa policía bipolar que hacía gala de un criterio de dudosa consistencia y que le mantiene hasta el día de hoy en la cresta de la ola.
Atención spoiler: es complicado creer que la serie haya sido capaz de sobrevivir después del asesinato a mano armada de su amante pelirrojo, cortando por lo sano con la trama principal. Pero, una vez más, Danes ha demostrado que llegó con una carrera lo suficientemente sólida como para sobrevivir a tan erróneo giro argumental. Deben de haberla ayudado a mantenerse a flote los dos Globos de Oro (2011 y 2012) y los dos Emmy (2012 y 2013) ganados por su papel de Carrie Mathison.
Susan Sarandon: yo también estuve allí
Está claro que hay actrices que están desclasificadas, simplemente pueden hacer lo que quieran. Sarandon es un ejemplo, pero también entran en este grupo Diane Keaton o Meryl Streep. Es interesante ver cómo se atrevieron a salir de la esfera proteccionista que tiene la meca de cine con sus divas, para verlas lanzarse al vacío. Y, en el caso de Sarandon, para hacer, ni más ni menos, que de otra gran diva: Bette Davis.
Es este caso el que plantea de nuevo la gran pregunta: ¿Qué fue antes el huevo o la gallina? Qué fue antes: un formato que necesita de actrices como ellas para seguir reafirmándose o una profesional curiosa que elige la pantalla de moda para mantenerse en el candelero.