Ryota vive en su pasado de escritor premiado mientras se engaña a sí mismo sobre su presente. Malviviendo como detective privado, siempre con la excusa de estar documentándose para una novela, derrocha su sueldo en las carreras, lo que le impide pagar la pensión alimenticia de Shingo, el hijo que tiene con su ex mujer, Kyoko. La muerte de su padre es el detonante para encauzar su vida y estrechar lazos con su hijo. Un tifón que aísla a la familia en casa de la abuela es la oportunidad que todos necesitaban para reencontrarse.
A principios de este año Kore-eda ya nos emocionó con la deslumbrante Nuestra hermana pequeña, una cinta sobre estrechar vínculos perdidos a través del perdón y la redención para mirar adelante y no repetir errores. Ahora, Después de la tormenta reincide en algunos de esos temas, esta vez desde una óptica masculina. Si bien la figura del padre ausente (y fallecido) vuelve a ser el detonante, la nueva película de Kore-eda da un paso más allá del perdón al otro y encara el amargo trago de descubrir que muchas veces no llegamos a ser lo que soñábamos.
Los personajes de la cinta «están abrumados por una realidad sin esperanza, pero son incapaces de deshacerse de sus sueños», en palabras de Kore-eda. Quizá mientan a los demás, y sobre todo a sí mismos, pero no hay maldad en sus decisiones, sino la renuncia a resignarse a una realidad que, por fea, parece la versión no definitiva de la vida.
Sin cursilerías
No es casualidad que se haga continua alusión a la sensibilidad de Kore-eda, con el peligro de la mala intepretación que conlleva. El japonés lleva décadas labrándose una filmografía llena de películas muy hermosas que en manos menos habilidosas podrían caer en la sensiblería. No es el caso de Kore-eda, que esquiva lo cursi confrontando la belleza y parsimonia de su relato con la aspereza de un conflicto latente que hiela la sonrisa.
En el caso de Después de la tormenta, el desnortado protagonista encarnado por un gran Hiroshi Abe llega a conmover en sus pequeños y significativos intentos de estrechar lazos con su hijo, interpretado por Taiyô Yoshizawa, tratando de no repetir los errores que lo desvincularon de su padre, ahora ausente. Kore-eda evita la lágrima fácil emocionando desde los detalles, sin grandilocuencia.
Junto a Abe, Kilin Kiki, inolvidable en Una pastelería en Tokio, roba escenas a base de humor y ternura, poniendo rostro a la siempre infinita paciencia y templanza de una madre. Junto a la sobriedad rota de Yôko Maki, alegra ver en pantalla a Satomi Kobayashi, protagonista de las muy reivindicables, originales y aún inéditas en nuestro país Kamome Diner y Glasses (Megane).
Siempre poético, siempre certero, Kore-eda se ha abierto esta vez más en canal que nunca para contar una historia fraguada al calor de sus vivencias personales desde que la primera imagen brotara en 2001. «Quizá sea la película que más lleva de mí. Cuando muera, si debo ir ante Dios o el Juez del Más Allá y me pregunta por lo que hice en la tierra, creo que lo primero que le enseñaré será Después de la tormenta«.
Dirección y guion: Kore-eda Hirokazu
Intérpretes: Hiroshi Abe, Yôko Maki, Kilin Kiki, Taiyô Yoshizawa, Satomi Kobayashi, Franky Lily, Sôsuke Ikematsu, Isao Hashizume
Música: Hanaregumi
Fotografía: Yutaka Yamazaki
Japón / 2016 / 117 minutos