Intuyó antes que nadie que la mejor manera de conocer una ciudad es asistiendo a un entierro, visitando el cementerio y, después, tomando una birra y un pincho de tortilla española sin deconstruir.
Tuvo el acierto de montar con el Paco un negocio mucho más rentable que el tocomocho y la estampita juntos: VIRPA, turismo de canela fina. Aunque a él lo que de verdad le hubiera gustado hacer era atracar el banco a las tres disfrazado de José Luis López Vázquez. O, en su defecto, que Jardiel Poncela le hubiera dado el papel de Daniel para casarse con Herminia, no para fardar de pertenecer a la crema de la intelectualidad, cosa que siempre le trajo al fresco, sino para demostrar que los ladrones son gente honrada y armar la tremolina con los Ozores, el Garisa y Pepe Isbert por Cascorro y Lavapiés.
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