Como ya hiciera en Moneyball: Rompiendo las reglas, Miller se acerca a la vida de unos deportistas sin descuidar el deporte en sí mismo. Lejos de caer en la tentación de reducir la práctica profesional de sus protagonistas a un mero esbozo contextual, los entrenamientos y campeonatos se convierten en herramientas para trazar la evolución psicológica de los personajes. No es posible concebirlos fuera de su campo, y eso es un acierto de guion.
El director parece haberle cogido el gusto al «basado en hechos reales» a juzgar por su trayectoria, que incluye, además de la antes citada, su visión del proceso creativo de Truman Capote (con el rostro del desaparecido Philip Seymour Hoffman). Terreno peligroso, especialmente cuando se abordan sucesos truculentos, Foxcatcher fuerza la maquinaria en el retrato de Mark Schultz, encarnado aquí por Channing Tatum. El Schultz ficticio peca de una actitud demasiado servil, poco menos que una marioneta en manos del John du Pont al que da vida Steve Carell. No es de extrañar que el Schultz auténtico se quejara públicamente de su retrato en el filme, criticando lo pusilánime de la actitud de su álter ego.
Incomodidad
Si algo caracteriza a Foxcatcher es esa tensión in crescendo que se adueña de la narración, que llega a alcanzar cotas incómodas. Los personajes se dan de bruces una y otra vez contra la obsesión y la locura, preparando el terreno para un desenlace en el que, como intuye el espectador, la victoria es imposible.
El ritmo de la película, lento, ayuda a generar esa incomodidad. Como ya hiciera Fincher en su Zodiac, aunque salvando las distancias, la película recurre a una narración dilatada en la que el más mínimo giro genera un golpe mayor en el espectador por lo que tiene de ruptura con la aparente rutina que se está mostrando en pantalla. El hastío (voluntario) del que hace gala la cinta comparte metraje con una sensación perturbadora que no nos abandona en ningún momento.
La atmósfera también es crucial en Foxcatcher. La fotografía de Greig Fraser consigue convertir la finca en la que transcurre la mayor parte de la película en un no lugar inquietante similar a un purgatorio. Esto apunta definitivamente a la dirección del filme, una reflexión fea y gris sobre la mentira del sueño americano, el descubrimiento de que la ilusión y el trabajo duro pueden no granjear ningún éxito.
Superar al prójimo
Al frente, un trío protagonista cuyo acento va fluctuando a medida que avanza la cinta. Mucho se ha dicho ya del irreconocible (física y psicológicamente) Steve Carell, que va más allá de lo que podría haber sido una mera caricatura y consigue transmitir toda la repulsión y el miedo (por lo impredecible) que tan perturbador personaje podía dar de sí. Channing Tatum, que deja atrás la imagen de chulo que ha cultivado en otros trabajos, pone todo su empeño y logra altos picos interpretativos, pero acaba siendo víctima de un retrato demasiado forzado, cercano a la subnormalidad. Mark Ruffalo cumple como de costumbre, aunque carga con el rol menos agradecido del conjunto.
Quizá Foxcatcher no sea la pieza maestra que algunos pregonan, pero sí resulta muy interesante como retrato oscuro de la obsesión por el éxito como herramienta para superar al prójimo y conseguir así la autorrealización personal y como reflexión sobre el concepto de perdedor, que a fin de cuentas, se gane el oro que se gane, nunca abandona, como una maldición. Vencer no necesariamente implica no ser vencido.
Dirección: Bennett Miller
Guion: E. Max Frye y Dan Futterman
Intérpretes: Steve Carell, Channing Tatum, Mark Ruffalo, Sienna Miller, Vanessa Redgrave y Anthony Michael Hall
Música: Rob Simonsen
Fotografía: Greig Fraser
Estados Unidos / 2014 / 129 minutos