Daniel sale de la cárcel después de largos años de encierro y regresa a Marsella. Sylvie, su expareja, le ha hecho saber que es abuelo. Mathilda, la hija de ambos, acaba de dar a luz a la pequeña Gloria. Daniel quiere conocer a su nieta y descubre a una familia reconstruida que lucha con todas sus fuerzas para mantenerse en pie. Cuando el azar hace volar por los aires el frágil equilibrio, Daniel, que no tiene nada que perder, lo intentará todo para ayudarles.
A menudo comparado con Ken Loach o Costa Gavras, Guédiguian enfoca su cámara al entorno de las clases sociales menos favorecidas para trazar historias de hondo calado. No es una excepción Gloria Mundi, un ácido retrato de un mundo en el que los valores morales están claramente a la baja, pero en el que la dignidad individual aporta sólidas razones para la esperanza.
Una vez más el cineasta demuestra su capacidad para trazar en imágenes un discurso coherente que hace cómplice al espectador. Y una vez más hace cierto aquello de lo que hace gala en relación a saber, ya desde el momento en que elabora el guion, quién encarnará a cada uno de los personajes. En ese sentido, Ariane Ascaride, esposa de Guédiguian en la vida real, que se hizo con la Copa Volpi a Mejor Actriz en el último Festival de Venecia, Gerard Meylan y Jean-Pierre Darroussin, una vez más son aliados fetiche para dar credibilidad a la amarga realidad de los seres a los que interpretan.
Amarga realidad
El realizador, que asume la máxima de Agripa Meneni: “Se alcanza el apogeo de la dominación cuando los esclavos apoyan y hacen suyo el discurso del amo”, declara que aunque su primera intención fue hacer una película más liviana en la que el humor ocupase porción importante, “el tema que fue desarrollándose me hizo asumir que no es posible reír cuando observas lo que está ocurriendo con los trabajadores europeos”.
Tras recordar que vivimos en una situación en la que se devalúa cada día el sistema de bienestar social, lo que repercute de manera directa en la relación entre padres e hijos, el director parafrasea a Marx:
“Allá donde reina el capitalismo, éste ha pisoteado las relaciones fraternales, sociales y solidarias para que solo subsista entre los seres humanos el interés y el dinero contante y sonante. Ese sistema hunde todos nuestros sueños en las aguas heladas del cálculo egoísta. Es lo que esta película sombría quiere comunicar mediante la historia de una familia reconstituida tan frágil como un castillo de naipes. Siempre he creído que el cine debe emocionarnos a través del ejemplo para enseñarnos el mundo tal como podría ser, y a través de la observación para mostrarnos el mundo tal como es. En otras palabras, necesitamos comedias y tragedias a partes iguales para seguir poniendo en entredicho nuestra manera de vivir, y más aún en estos tiempos trastornados para seguir poniéndonos en entredicho y no sucumbir ante la ilusión de que nuestras sociedades son algo natural y que todo depende de la fatalidad. Hizo falta un siglo de luchas obreras para que entrara en la mente del ser humano la necesidad de compartir, pero esta comprensión se ha hecho pedazos en unos pocos años para volver a dejar sitio a la peor de las calamidades: la voluntad de cada uno de poseer lo que tiene el otro”.
Guédiguian dixit; su comprometida forma de expresarse en la pantalla con firmeza, pero dejando abierta una puerta para que se cuele la esperanza, lo corrobora.
Gloria mundi
Director: Robert Guédiguian
Guion: Serge Valleti, R. Guédiguian
Intérpretes: Ariane Ascaride, Jean–Pierre Darroussin, Gérard Meylan, Anais Demoustier
Fotografía: Pierre Milon
Música: Michel Petrosian
Francia, Italia / 2019 / 107 minutos
Golem Distribución