Cuando en 1961, Hannah Arendt (Hannover, 1906-Nueva York, 1975) es contratada por el periódico The New Yorker para cubrir el proceso contra el criminal de guerra nazi Adolf Eichmann, la filósofa y periodista de origen judío era ya una de las más sólidas y reconocidas pensadoras de la esfera intelectual surgida del viejo continente.
Todo había comenzado en mayo del año precedente, cuando Adolf Eichmann, que en su momento había cumplido con minuciosa saña su cometido exterminador en los campos de concentración polacos, fue secuestrado en Argentina por el Mossad.
Al año siguiente comenzó en Jerusalén su juicio. Es entonces cuando la revista neoyorquina encarga a Arendt, ya por entonces de nacionalidad estadounidense y referente en el ámbito del pensamiento político, una serie de reportajes que darán lugar a la obra Eichmann en Jerusalén, un controvertido informe sobre la banalización del mal.
Reacción a escala mundial
[1]«Ella no creó el concepto de la banalidad del mal, lo heredó del filósofo Karl Jaspers», comenta von Trotta durante su visita a Madrid para presentar la película y asistir a una retrospectiva sobre el conjunto de su obra.
«No vio a Eichman como una persona que encarnara el mal sino a alguien mediocre», añade la directora. Pero ella no defendió que no fuera culpable, al contrario. Aunque tampoco vale interpretarlo como que todos son culpables, porque entonces ninguno asume ninguna responsabilidad concreta. Fueron interpretaciones erróneas. Probablemente no hubiera pronunciado la expresión de banalidad del mal si hubiera visto cuáles fueron las interpretaciones y reacciones a posteriori».
El hecho es que su teoría del Holocausto provocó una reacción a escala mundial que marcaría el resto de la vida de la pensadora. Simplificando el pensamiento de Arendt sobre el holocausto, presenta a los nazis como entregados funcionarios al servicio de ideas ajenas.
Proceso laborioso
En los cuatro años decisivos (1960-1964) en los que se produce el arresto, juicio y ejecución de Eichmann se centra la película en la que Margarethe von Trotta ha invertido diez años: «Nadie quería darnos dinero para una idea semejante. Pero soy perseverante y este proyecto tenía que realizarlo. Al final creo que puedo sentirme satisfecha del resultado».
Hannah Arendt, la película, mezcla imágenes de archivo con otras de ficción. «Podríamos haber utilizado a un actor, pero creo que no tendría el mismo efecto para el espectador. La presencia del Eichmann real le da un aire de mucha más verosimilitud al conjunto», comenta la directora, que destaca la interpretación y el trabajo de caracterización de Barbara Sukowa en el papel de la protagonista: «Se ha transformado de tal forma que es en todo igual a Arendt. Está extraordinaria».
Tomando como base los escritos de la pensadora, a la hora de darle forma al guión Von Trotta se puso en contacto con amigos, alumnos y colaboradores de Arent, «a ellos les agradezco el que me contaran detalles fundamentales y muy personales de Hannah que enriquecen decisivamente la película».
Además de a Arendt y Eichmann, la cinta recrea a otros personajes históricamente muy relevantes, como el filósofo Martin Heiddeger, que fuera en la década de los 30 profesor y amante de Hanna Arent antes de que él apoyara a los nazis. Veinte años después de romper y superando profundos desencuentros ideológicos, ambos retomaron el contacto.
Preguntas y respuestas
A sus 71 años, Margarethe von Trotta cumple un sueño al rodar una película sobre otras mujer a quien admira (ya lo había hecho con su aclamada biografía cinematográfica de Rosa Luxemburgo). «He huido de la hagiografía -apunta quien fuera musa de Fassbinder y esposa del también director Volker Schlöndorff-, Hanna Arendt fue una figura que con el tiempo cobra mayor dimensión. Fue libre y su denuncia de todo tipo de totalitarismos, como el comunismo, el sionismo radical, el racismo o el nazismo, la convierten en un referente moral para todos”.
Sus últimas palabras se refieren a la barbarie nazi: «Formo parte de una generación que no supo nada de lo que ocurrió entonces. Durante décadas asistimos a un silencio total por parte de nuestros padres. No fue hasta los sesenta cuando empezamos a entender lo que había sucedido y la reacción contra quienes nos habían ocultado la verdad fue muy dura. Nació en nosotros una necesidad acuciante por preguntar y saber. Aunque en realidad da igual lo que pienses o preguntes porque nunca acabarás de entender como pudo pasar aquello; como un montón de gente se pudo prestar a participar en aquella barbarie».
Hannah Arendt [2]
Dirección: Margarethe von Trotta
Intérpretes: Barbara Sukowa, Axel Milberg, Janet McTeer y Julia Jensch
Guión: M. Von Trotta y Pam Katz
Fotografía: Caroline Campetier
Música: André Mergenthaler
Alemania. Francia / 2012 / 113 minutos