‘Heli’ o la vida en el horror del narcotráfico

Llama la atención el reconocimiento en el festival francés. Cabe preguntarse por qué gustó tanto a un jurado presidido por Steven Spielberg una propuesta que está en las antípodas del cine habitualmente recatado del estadounidense. Heli es una sórdida bomba que, al estallar, refleja los escombros de una realidad podrida.

Compleja elección

La historia nos sitúa en un pequeño y remoto pueblo del México profundo, en la provincia de Guanajuato, en el que la población sólo tiene dos medios para ganarse la vida: un empleo muy mal pagado en una planta montadora de automóviles o claudicar y entregarse a los desmanes de los narcotraficantes del cártel de drogas de la región.

Una elección complicada entre una “seguridad” mediocre y sin horizontes o asumir que, detrás del dinero a menudo habita la corrupción y el delito. Vivir sabiendo que en cualquier momento todo puede acabar. Una lucha personal entre la decencia y la indecencia; lo legal y lo ilegal.

En ese ambiente, Heli, un hombre recién casado y padre de un bebé de pocos meses, vive con su hijo, su esposa, su padre y su hermana menor, Estela.

Con sólo 13 años, Estela se enamora de Beto, un chico de 17 años que aspira a ser militar. Beto intenta formalizar su relación con Estela, pero ella se niega por temor a quedarse embarazada y por ello Beto le propone huir del pueblo para casarse en secreto.

Para obtener el dinero necesario para su huida el chico roba dos paquetes de cocaína decomisada, pidiéndole a Estela que los oculte. Ella lo hace y Heli descubre los paquetes en el desván de su casa. Al no querer involucrarse en el narcotráfico decide deshacerse de ellos…

Críticas

El tercer largometraje de Escalante, tras Sangre (2005) y Los bastardos (2008), vuelve a encarar la sordidez de realidades en las que la miseria y el delito conviven en un dificilísimo equilibrio en el que las personas, siempre en el límite de la supervivencia, son las víctimas.

Como ha explicado el propio director, la película supone una mirada cercana a la realidad descarnada que viven a diario miles de familias en aquel gran país. Tan cercana que la cámara refleja todo un catálogo de atrocidades. Un discurso muy explícito en el que, precisamente porque la realidad es así de cruda, lo que Escalante acaba por mostrar ha suscitado duras críticas, siendo acusado de regodearse en la barbarie.

Se ha defendido el autor insistiendo en que no hay exageración alguna en lo mostrado, “que está ocurriendo ahora mismo, mientras usted está en su butaca”. Desde esa butaca el espectador, si aguanta la mirada, debe juzgar.