“Hoy lamentamos la pérdida de José Luis Cuerda, una referencia esencial de nuestro cine más reciente. Cuerda ha creado y contribuido a crear un puñado de títulos esenciales de nuestra cinematografía. Hasta el punto de que sin su obra no se entiende nuestra historia más reciente”, manifestó el presidente de la Academia de Cine, Mariano Barroso, nada más conocer la noticia.
El bosque animado, La lengua de las mariposas, Los girasoles ciegos, Así en el cielo como en la tierra, La marrana y La viuda del capitán Estrada son algunos de los largometrajes que firmó el maestro y mentor de Alejandro Amenábar.
En su momento, Cuerda dio varios consejos a Amenábar, a quien produjo Tesis y Abre los ojos. “No fueron muchos, pero siempre acertados. Uno era el orden en que debíamos poner las cosas: primero comer, luego dormir, luego follar y luego las películas”, contó Amenábar en el homenaje que le rindió la Academia en 2018.
Cuerda consideraba escribir el guion su momento favorito en el proceso de hacer una película –“es iniciático”–; y siempre le dieron envidia los poetas, algo que “se nota en mis películas porque no hago más que citarlos. Es la expresión artística más sublime”.
“Como director perdemos a un cineasta libre, rebelde, inconformista y radical. Un auténtico iconoclasta, que se movía dentro de la industria con el respeto de todos sus compañeros y colaboradores. Su labor como productor es una extensión de su trabajo como autor. Su generosidad, su visión, su ironía, su buen gusto le llevaron siempre a quitarse importancia a si mismo. Sin embargo su influencia es decisiva para todos nosotros y para nuestro cine”, indicó Barroso de este querido y respetado cineasta, “que supo conectar su personalidad única con los gustos del público. Sus películas se han extendido más allá de las pantallas y han cobrado vida propia. Hasta el punto de convertirse en obras míticas. Con él, y ahora sin él, para nosotros seguirá amaneciendo. Que no es poco”.
El gran fracaso de Cuerda
Por Luis Pardo
Para la gran mayoría, José Luis Cuerda será siempre el creador de Amanece que no es poco, una de las pocas películas españolas que es mucho más que una película; como todas las grandes comedias es, por supuesto, una fuente incesante de felicidad para cualquiera que la descubra y, sobre todo, para los que la han disfrutado más de diez o doce veces y la frecuentan buscando con regocijo su secuencia, momento o frase favorita.
Estos últimos suelen ser los mismos que casi disfrutan más recordándola que viéndola de nuevo. Pero es, decíamos, mucho más que un largometraje para citar entre las cintas más divertidas; es una excusa para verse con los amigos con diversión asegurada. Es un universo con lenguaje y giros propios (una hazaña que por cierto repetirían, justo diez años después, los hermanos Fesser con El milagro de P.Tinto). Una película para revisitar mientras te quede algo de vista o de oído y ganas de echarte unas risas.
Para muchos otros, quizá Cuerda será el descubridor y productor de Alejandro Amenábar. Será el tipo que decidió escuchar a un veinteañero enamorado de Spielberg que hacía cortos y al que animó a escribir una historia larga. He ahí un talento para detectar talento y hacerlo sin prejuicios. Porque no puede haber un cine más alejado temática y estilísticamente que el de ambos cineastas.
Para bastante gente, Cuerda será un extraordinario adaptador de novelas y relatos de la literatura española a la pantalla grande. Como Mario Camus (Los santos inocentes, La colmena), tenía habilidades y buen gusto. Y encima tuvo en Rafael Azcona al mejor colaborador posible para salir bien parado en estas empresas. ¡Qué bien envejece El bosque animado! Ahora bien, seguramente solo para el arriba firmante, Cuerda será el responsable de una de las grandes decepciones del cine español.
Siete años después de Amanece que no es poco, Cuerda redobla la apuesta e inventa un argumento imbatible: imaginemos que el cielo es como un pueblo castellano de posguerra, que Dios tiene el rostro y la voz de Fernando Fernán-Gómez, que San Pedro se expresa como lo hacía Paco Rabal y que el Arcángel San Gabriel gasta la jeta de Enrique San Francisco.
¿Qué podía salir mal? Los artistas con mundo propio son aún más grandes cuando intentan el doble salto mortal con tirabuzón y Cuerda lo hizo con Así en el cielo como en la tierra, incluso aunque él creyera que no.
La película no funcionó a ningún nivel y sin embargo habla más que ninguna otra de la grandeza de su director.