Hace ahora 22 años llegaba a nuestras pantallas Parque Jurásico, una de las mayores cintas de aventuras de todos los tiempos. La película dirigida por Steven Spielberg, que adaptaba el éxito de ventas literario de Michael Crichton, marcaba un antes y un después en el citado cine de aventuras y en el diseño de efectos especiales, asombrosos incluso vistos a ojos del espectador de hoy.
Mucho ha llovido desde entonces. Las grandes majors han convertido el cine de aventuras en estandarte y nos han ametrallado con sagas y sagas repletas de acción desenfrenada (pocas han logrado el calado y cariño de Parque Jurásico, eso sí) y los efectos especiales han alcanzado una pericia técnica ridículamente alta. Han alimentado demasiado a esa bestia llamada espectador y ahora quiere más.
¿Está el espectador de vuelta de todo? Jurassic World opina que sí. Asistimos en la película de Trevorrow a un día cualquiera en la versión ampliada y mejorada de aquel parque temático que Spielberg nos presentó en 1993. Caminar entre dinosaurios es ya una realidad segura y controlada, rutinaria incluso. Y el público se aburre. Es necesario darle más, el giro del giro, y aquí no es otra cosa que un dinosaurio modificado genéticamente con características de otras especies.
Lo más interesante de Jurassic World es la reflexión que hace sobre su género. ¿Una mirada introspectiva en una película sobre humanos sobreviviendo al ataque de dinosaurios? Es posible. Los responsables del parque actúan como ejecutivos cinematográficos que se devanan los sesos para despertar emoción en unos espectadores hastiados. ¿Qué se puede hacer a estas alturas, si ya se ha ofrecido todo lo ofrecible y vendido todo lo vendible (en este punto funciona de un modo sensacional el microcosmos turístico y lleno de merchandising que es el parque)?
Lo clásico es mejor
Efectivamente, Jurassic World es un ensayo sobre la evolución y el estado actual del blockbuster. Y no sólo eso, sino que defiende con ímpetu el regreso a los orígenes como única solución posible ante la pérdida de identidad a la que la industria cinematográfica está llevando a las películas de aventuras. El personaje encarnado por Chris Pratt es clara muestra de ello: un tipo amante de lo tradicional (moto antigua, botellín de Coca-Cola clásico, cabaña bucólica…) que considera los alocados experimentos en pos del mero entretenimiento una mala idea.
Quienes sienten devoción por Parque Jurásico pueden estar tranquilos, ya que otra de las señas de Jurassic World es el respeto que profesa por la película madre. Este respeto refuerza la tesis que decíamos sobre que lo clásico es mejor. Así, encontramos un sinfín de guiños a la cinta del 93 que van desde iconografía, espacios, referencias a los trágicos sucesos de aquel entonces hasta la aparición más deseada por todo buen aficionado.
La película de Trevorrow va especialmente dedicada a los que fueron niños cuando la de Spielberg vio la luz. Dinámica y con sus consabidos desahogos cómicos, Jurassic World suma puntos por su carácter nostálgico. Aunque esta vez es Michael Giacchino el encargado de la música, éste regala al espectador lo que desea oír: la inmortal melodía de John Williams. Es especialmente reseñable en este aspecto el juego con el espectador durante la presentación del parque a través de los ojos de los jóvenes de la función. Giacchino va desarrollando el tema de Williams, amenazando con la subida a cada momento. Cuando finalmente lo hace y el parque se nos descubre en todo su esplendor, es imposible que el niño interior no salte, emocionado.
Digna secuela
Al frente del reparto, Chris Pratt, nuevo héroe americano, cumple a la perfección con esa mezcla de osadía, picaresca y buen corazón que toda cinta de este tipo necesita. A su lado, Bryce Dallas Howard cae como contrapunto de Pratt en un rol un tanto desaprovechado, quizá por la tendencia a que él lleve siempre la razón. Es éste uno de los lastres de la película, lo acartonado de la pareja protagonista. No con poca ironía, Trevorrow parece querer criticar la relación tan arquetípica de ambos (presumiblemente obligada por la major correspondiente) a través de un gag muy logrado entre dos secundarios.
Suena extraño decirlo de la cuarta entrega de una saga, pero Jurassic World se presenta como una muy digna secuela de Parque Jurásico y una buena película de aventuras en general. Los asombrosos datos económicos que está cosechando (es la primera película de la historia que supera los 500 millones de dólares de recaudación mundial en su primer fin de semana) auguran más títulos para esta nueva etapa de la franquicia. Sin embargo, antes de que caiga, quizá, presa de esa degeneración que critica, los que fuimos niños allá por el 93 preferimos quedarnos con el plano final de esta última entrega, que demuestra que, pase lo que pase, un buen clásico es inextinguible.
Dirección: Colin Trevorrow
Guion: Derek Connolly, Rick Jaffa, Amanda Silver y Colin Trevorrow (Basado en personajes creados por Michael Crichton)
Intérpretes: Chris Pratt, Bryce Dallas Howard, Vincent D’Onofrio, Ty Simpkins, Nick Robinson, Jake Johnson, Omar Sy, Irrfan Khan, BD Wong y Judy Greer
Música: Michael Giacchino
Fotografía: John Schwartzman
Estados Unidos / 2015 / 124 minutos