La historia recoge aquel encomiable episodio conocido como «Los juicios de Frankfurt», en los que fueron condenados una veintena de asesinos. Esa elemental justicia fue consecuencia directa de la tenacidad de varios fiscales, que en la pantalla se concretan en la figura del joven Johann Radmann (Alexander Fehling refuerza el buen sabor de boca que dejó en su interpretación en Malditos bastardos), que, tras hallar unos documentos esclarecedores, pone en marcha la maquinaria que concluirá colocando a los sospechosos ante el juez.
Pero no todo es tan sencillo, pues los horrores del pasado y la evidencia de que hay muchos que prefieren no mirar atrás genera hostilidad hacia su trabajo. Todo, o casi todo, serán dificultades hasta el punto de que llega a resultarle poco menos que imposible abrirse paso a través de un laberinto en el que todo el mundo parece estar implicado o ser culpable.
Fue clave para el esclarecimiento de los hechos el papel del periodista Thomas Gnielka (André Szymanski), que le pone sobre la pista de una conspiración que protege a los criminales y oculta lo ocurrido durante aquellos años tenebrosos.
Veinte años ciega
Como recuerda el propio director, la sociedad alemana estuvo cerca de veinte años ciega y sorda a los horrores de los nazis, convencida de que los rumores sobre la existencia de campos de extermino eran propaganda.
«Lo ocurrido en Auschwitz, el campo de concentración más sangriento de la historia nazi, es, aparentemente, de dominio público y se estudia en las escuelas. Pero no siempre fue así. Por paradójico que resulte, 17 años después del juicio de Nuremberg, en Alemania había mucha gente que no sabía lo que había pasado. Esto se explica porque no se hablaba de ello, de hecho, estaba olvidado en la conciencia pública. Incluso el canciller alemán en la década de los cincuenta, Konrad Adenauer, dijo que había que olvidar esa parte de la historia. Pero años más tarde volvió a la Fiscalía y encontró un libro con testimonios del antiguo jefe de Auschwitz. Se dio cuenta entonces de que aquello existía y ahí empezó todo. Esa humildad ante la historia, eso es lo que he querido trasladar -comenta Ricciarelli-, quería transmitir un mensaje muy claro al pueblo alemán: no les estoy contando un cuento, y también quería mostrar el valor de algunas personas que lograron que los procesos se celebrasen».
A modo de homenaje
En buena medida, La conspiración del silencio es un homenaje al trabajo que realizaron en la vida real los tres jóvenes fiscales del equipo de investigación: Joachim Kügler, Georg Friedrich Vogel y Gerhard Wiese, todos ellos a las órdenes del fiscal jefe Friz Bauer, interpretado por el actor Gert Voss, que, fallecido el pasado 13 de julio, no pudo ver concluida la película en la que hace un convincente papel.
«Aquella fue la primera vez que un pueblo se decidió a juzgar a sus propios conciudadanos. Ahora pensamos que es lo más normal, porque estamos en democracia, pero en aquel entonces era inaudito. Aquellos fiscales fueron unos héroes», apostilla Ricciarelli.
Dirección: Giulio Ricciarelli
Guion: Elisabeth Bartel y Giulio Ricciarelli
Intérpretes: Alexander Fehling, André Szymanski, Friederike Becht, Johannes Krisch y Gert Voss
Fotografía: Martin Lange y Roman Osin
Música: Sebastian Pille y Niki Reiser
Alemania / 2014 / 122 minutos