Hace 10 años, Braff se estrenaba como director con una película modesta pero cargada de encanto. Algo en común hacía gala de una melancolía indie conjugada con personajes estrafalarios, golpes de humor y reflexiones sobre los inexorables caminos de la vida. Tras un punto de partida tan interesante, que nos descubría a una joven promesa de la dirección, ahora podemos descubrir el rumbo que ha tomado su carrera detrás de las cámaras.
Ojalá estuviera aquí podría llegar a entenderse como una secuela no oficial ni declarada de Algo en común. De nuevo, Braff interpreta a ese alter ego que vimos en 2004 y que le servía para reflexionar sobre sí mismo. Puede que no compartan el mismo nombre, pero el Andrew Largeman de entonces y el Aidan Bloom de ahora son en esencia lo mismo. Una vez más, un actor fracasado que lucha obstinadamente por su sueño para ensordecer la realidad de que quizá es hora de elegir otro destino. Una vez más, un drástico giro familiar que le obliga a replantearse toda su vida.
Tanto en 2004 como ahora, uno no puede evitar notar que Braff vuelca todas sus dudas y miedos en el guion, haciendo una especie de terapia pública. Si bien entonces consiguió capear esa egolatría con destreza gracias a una historia y personajes más atinados, ahora al gorila se le ve la cremallera.
Aciertos cómicos
Braff se apoya en esa reflexión tan alleniana sobre los pros y los contras del judaísmo para darle mayor profundidad a su personaje y relacionarlo de un modo más íntimo con su padre en la ficción. Una jugada que empieza bien, pero lamentablemente acaba por ser demasiado reiterativa. Como suma al sentido de la vida que exploraba hace 10 años, ahora añade las responsabilidades de ser padre de familia. Las intenciones son buenas, y bajo todo hay ideas interesantes, pero en esta ocasión al de Jersey se le ha ido la mano con el azúcar y los diálogos reveladores.
Los aciertos de la película, además de su fotografía, vienen con los momentos cómicos. Braff demuestra que no en vano fue el protagonista de la popular comedia Scrubs (cuyos fans se regocijarán ante cierto cameo), y acierta con varios diálogos e incluso algún gag físico. Mirándola en perspectiva, es una pena que Ojalá estuviera aquí no haya decidido adoptar un tono más ligero y limitar sus incursiones en el drama a momentos concretos.
Zach Braff se nos ha hecho mayor y se debate entre dar rienda suelta a su niño interior o sentarse con las manos en las sienes y pensar muy seriamente en cómo está el patio. No sabemos cuánto tardará en volver a ponerse detrás de las cámaras, ni si su próximo trabajo será otra incursión terapéutica. Esperemos que, en honor al doctor John «J.D.» Dorian, consiga despreocuparse.
Dirección: Zach Braff
Guion: Adam Braff y Zach Braff
Intérpretes: Zach Braff, Kate Hudson, Mandy Patinkin, Josh Gad, Joey King, Pierce Gagnon y Ashley Greene
Música: Rob Simonsen
Fotografía: Lawrence Sher
Estados Unidos / 2014 / 106 minutos