En la película Take this waltz (disponible en Filmin), de la directora canadiense Sarah Polley (musa de Isabel Coixet), Williams se agarra a ese abatimiento y mirada perdida para meterse en el cuerpo de Margo, una mujer felizmente casada que encuentra en su vecino de enfrente una tentación para, -tan humano ésto-, desear lo que no tiene.
Así, mientras su buen y devoto marido, cocinero profesional de pollo (sí, sólo pollo) le hace cosquillas y le echa cubos de agua fría en la ducha sin que se dé cuenta, Margo se bate entre el chispazo de la novedad y la seguridad de una relación consolidada, plagada al tiempo de inseguridades propias de aquel que se entrega a otro. Pero, al fin, una relación sana y muy cálida.
-Margo: Dicen que un perro es el primer paso para un bebé.
-Lou (su marido): Bueno, porque no es el primer paso para una vaca o un animal más grande.
Es así como Margo empieza a agarrar todo los pequeños males inconsistentes que, -como todas-, tiene su relación y los transforma en razones para alejarse de una persona que la quiere (y a la que quiere) y acercarse a eso terco y atractivo que tiene lo desconocido.
Lo más atractivo de esta historia, sin embargo, es esa luz multicolor que sólo tienen las películas independientes. Todo desprende color. Rojos, toda la casa pintada de amarillo o turquesa, un arcoiris que diseña en la cabeza del espectador un hogar feliz y divertido que va hundiéndose en cuestión de semanas. Y todo por ese querer y no poder sentirse dichoso, cuando en realidad lo tienes todo para ser feliz.
Michelle Williams aparece de nuevo en Take this waltz con esa mirada de San Valentín que caracteriza algunas de sus mejores actuaciones, Blue Valentine junto a Ryan Gosling o Brokeback Montain junto a Heath Ledger. Una mirada de chica buena, pero perdida. De mujer débil que se encuentra en tránsito. Constantemente insatisfecha.
Una muy buena excusa para volver al principio y recuperar esa frase de comienzo predilecta de Williams, ya que mientras Margo se lanza a los brazos de su nueva conquista, la historia acaba revelando cómo su búsqueda es infructuosa, y le acaba llevando también a ese punto de partida: pérdida, insatisfacción, mirando hacia atrás para ver en qué punto perdió la capacidad de ser eso, feliz.