Emad y Rana son una pareja de clase media que lleva una cómoda existencia en su vivienda de Teherán hasta que una obras en el solar colindante les obliga a trasladarse ante la amenaza de derrumbe del edificio que ocupan.
Él es profesor y ella una apasionada del teatro. Ambos forman parte del reparto de una producción que representa la obra de Arthur Miller Muerte de un viajante.
Obligados a mudarse, sus vidas cambiarán cuando ya en la nueva vivienda ella es misteriosa y confusamente agredida. Este hecho desencadenará en ambos una serie de reacciones en las que se mezclan sentimientos muy encontrados que acaban por enfrentarles. En él surge un obsesivo deseo de venganza. En ella poco a poco va primando un generoso sentimiento que la acerca al perdón.
Como ya sucedía en las anteriores seis entregas del director iraní, el guion parece cosa de un orfebre que no deja ni una sola pieza sin su minucioso ajuste. Y como casi siempre en su obra, algo sucede fuera del campo de visión del espectador que gravita sobre toda la historia. Después, y también como rasgo común en su forma de hacer, será el peculiar manejo de la cámara, que materialmente acompaña a los personajes -si ellos corren, la cámara lo hace; si se paran, la cámara, cómplice, también se detiene-, lo que logre que el espectador se sienta pegado a lo que en la pantalla transcurre. Quien mira acaba por sentirse «dentro, parte de la película».
Rodada en idioma farsi, El viajante, que además de su cosecha en Hollywood logró los premios al mejor guion y mejor actor (Shahab Hosseini) en el Festival de Cannes de 2016, convierte el espacio en el que se desarrolla y aquello que no vemos en herramientas dramáticas de mucho peso.
Magnífica pues esta descarnada mirada hacia los oscuros patrones de la venganza y la precariedad en la que tantas veces las vidas se tambalean como consecuencia de hechos fortuitos.
Farhadi ausente
Cuando en 2012 recibió su primer Óscar, Farhadi estuvo en la ceremonia de entrega. Esta vez no y las razones para tal ausencia fueron leídas sobre el rutilante escenario, en uno de los momentos clave de la ceremonia, por Anousheh Ansari, la ex astronauta compatriota del realizador y ahora nacionalizada estadounidense, que leyó una nota enviada por el premiado:
«Lamento no estar con ustedes esta noche», escribió el iraní. «Mi ausencia se debe al respeto que siento por la gente de mi país y por las otras seis naciones a las que se ha faltado al respeto con la ley inhumana que impide la entrada de inmigrantes en Estados Unidos.
Dividir el mundo en categorías como ‘nosotros’ y ‘nuestros enemigos’ crea miedo, y el miedo sirve para justificar engañosamente agresiones y guerras. Estas guerras impiden la democracia y los derechos humanos en los países que han sido víctimas de la agresión.
Los cineastas utilizan sus cámaras para captar las cualidades humanas que compartimos y romper estereotipos entre nacionalidades y religiones. Ellos crean empatía entre ‘nosotros’ y ‘los otros’. Una empatía que necesitamos ahora más que nunca.»
Hacia España
Con Abbas Kiarostami, fallecido hace medio año, y Jafar Panahi, medio secuestrado por los «legisladores» de su país, Farhadi forma el glorioso triunvirato de cineastas iraníes con mayor repercusión internacional.
Como él mismo ha informado, su próxima película será rodada en España y contará con la participación de Javier Bardem y Penélope Cruz en los papeles protagonistas y con Pedro Almodóvar como productor.
«Quería hacer un filme en España», ha dicho, «porque siento su cultura muy próxima a la mía. España tiene un toque oriental con el que me identifico plenamente». Bienvenido.
Dirección y guion: Asghar Farhadi
Intérpretes: Taraneh Alidoosti, Shahab Hosseini, Babak Karimi, Mina Sadati
Fotografía: Hossein Jafarian
Música: Sattar Oraki
Montaje: Hayedeh Safiyari
Irán, Francia / 2016 / 125 minutos