Paulina, joven y decidida, opta por dejar de lado una brillante carrera como abogada en Buenos Aires para dedicarse al activismo social en una zona rural situada entre Argentina, Paraguay y Brasil. Fernando, su padre, años atrás hizo lo mismo, y ahora es un juez progresista que se destaca por sus posiciones abiertas en la conservadora sociedad local.
Con ilusión sin fisuras, Paulina empieza su labor en un proyecto sobre formación democrática y difusión de derechos, dando clases en zonas periféricas marcadas por la pobreza y la marginalidad.
Cuando apenas lleva dos semanas de trabajo es violada y ante la atónita mirada del entorno, su padre-juez entre los que no acaban de comprenderla, decide volver a su tarea en la escuela del barrio donde fue atacada.
Ideología en lugar de religión
Como señala el propio Mitre, la versión original exploraba la idea del perdón a través de parámetros morales muy cercanos a la religión. «No me interesa la religión, pero me di cuenta de que podía trabajar con los principales planteamientos de La Patota desde otra perspectiva si construía una fábula con las convicciones políticas como núcleo. Llené el lugar ocupado por la religión en la película original con otra creencia: la ideología. ¿Hasta dónde pueden llegar las convicciones sociales? ¿Dónde está el límite de la ideología?».
Paulina se embarca en una búsqueda personal planteándose esas preguntas. La búsqueda es únicamente suya, como el dolor que soporta. Lo que une a otras mujeres que también han sido víctimas de la violencia es la misma pregunta dolorosa: ¿cómo se sobrevive a esto?
Respetar el desacuerdo
En opinión de su director, uno de los desafíos de Paulina es preguntarnos cómo se respetan las decisiones con las que no estamos de acuerdo. Es fácil respetar las decisiones que también tomaríamos, pero es casi imposible intentar entender lo que nos parece equivocado. ¿Por qué toma Paulina semejante decisión? ¿Qué busca? ¿Qué quiere demostrar?
«Nos hicimos estas preguntas regularmente durante todas las etapas de la película», comenta su director, «y seguimos sin tener la respuesta. Espero que el espectador también se haga estas preguntas». Es difícil encontrar una respuesta, interpretar su decisión, tan difícil como interpretar la violencia que la hace ser como es en un mundo donde las instituciones apenas sirven para frenar, en un mundo incapaz de aportar respuestas, donde la violencia aparece con o sin motivo.
«¿Qué puede hacer el cine con todo esto? Muy poco, probablemente nada. Solo ofrecer imágenes, crear ficciones, concretar ideas, plantear preguntas… En otras palabras, construir un territorio desde donde podamos observar y dar pie a un pensamiento», apunta Mitre.
Las convincentes interpretaciones de Dolores Fonzi, cuyo dolor y escepticismo lo llenan todo en la pantalla, y Óscar Martínez, que transmite y hace nuestro su sufrimiento como padre de la víctima, logran que Paulina se quede en nuestra cabeza mucho después de que la sesión haya concluido en la sala.
Dirección: Santiago Mitre
Guion: Santiago Mitre y Mariano LLinás
Intérpretes: Dolores Fonzi, Óscar Martínez, Esteban Lamothe, Cristian Salguero, Walter Casco
Fotografía: Gustavo Biazzi
Música: Nicolás Varchausky
Montaje: Delfina Castagnino
Argentina-Brasil-Francia / 2015 / 103 minutos