«Sabes que conmigo no tienes que fingir, Steve. No tienes que decir nada y no tienes que hacer nada. Nada en absoluto. O tal vez solo silbar. Sabes cómo hacerlo, ¿verdad Steve? Tienes que juntar los labios y soplar». Este diálogo, pronunciado por Lauren Bacall en la película Tener y no tener (To Have and Have Not, 1944), se convertiría en el lema de la actriz y el símbolo de su relación con Humphrey Bogart. Al casarse con Bacall, el actor le regaló a su joven esposa un silbato de oro con un fragmento del diálogo inscrito en él. Cuando Bacall enterró a su marido dejó el silbato en el ataúd, pero para millones de espectadores ya era imposible separar la imagen de la intérprete de su idealizado matrimonio con «Bogey». Bacall y Bogart hicieron cuatro excelentes noirs juntos, convirtiéndose en la reina y el rey de la fábrica de los sueños; una pareja solo comparable a nivel artístico con Spencer Tracy y Katharine Hepburn, que evocaría una pasión en el inconsciente colectivo que tardaría décadas en igualarse (por Ali MacGraw y Steve MacQueen).
Bogart se enamoró de Bacall durante el rodaje de Tener y no tener, la película con la que Howard Hawks quiso demostrar a Ernest Hemingway que podía hacer un buen largometraje hasta con la peor de sus novelas (contaría con la ayuda en la adaptación de William Faulkner, a quien tal vez debamos el mítico diálogo de Bacall). «Slim» Keith, la esposa de Hawks, fue quien descubrió a Bacall en la portada de Harper’s Bazaar, e insistió a su esposo para que hiciera una prueba con la intérprete. Bacall ya había sufrido un despido en el mundo de la moda tras contar a un colega que era judía. Su nuevo apellido fue una forma de ocultar sus orígenes. Tampoco confesó a Hawks sus raíces porque, como confesó al diario New York Times en 1996, «era antisemita y me asustaba muchísimo… Me puso tan nerviosa que no dije nada. Admito que fui cobarde. No estaba orgullosa de mí misma». Paradójicamente, en una comunidad como la de Hollywood, fundada por judíos, el ocultamiento de las raíces hebreas era el pan de cada día. De modo que, cuando la actriz fue contratada, los publicistas del estudio anunciaron que era «hija de unos padres que remontan su ascendencia estadounidense a varias generaciones».
A Hawks le gustó la elegancia y la insolencia de aquella joven, pero le desagradó su voz, que encontraba chirriante y demasiado nasal. La intérprete se encerró en su habitación de hotel y tomó lecciones de canto hasta que dio con el tono de voz grave y seductor por el que siempre será recordada. Su futuro marido, Humphrey Bogart, también fingía su voz cinematográfica. De hecho, la pareja daría nombre a un trastorno de la fonación, el «Síndrome de Bogart-Bacall», que pueden llegar a sufrir las personas que utilizan su voz como herramienta de trabajo.
Bacall consiguió el papel, logrando en su primera aparición cinematográfica coprotagonizar una gran producción junto a una de las mayores estrellas de Hollywood. Sobre el comienzo del romance entre Bacall y Bogart se han escrito ríos de tinta. «Creo que lo vamos a pasar muy bien juntos», le dijo el intérprete a la joven tras conocerla. El actor todavía estaba casado con su segunda esposa, Mayo Methot, y era quince años mayor que Bacall, pero la atracción era demasiado fuerte. Tras Tener y no tener, la pareja se casó y volvió a colaborar con Howard Hawks en el clásico del cine negro El sueño eterno (The Big Sleep, 1946), la adaptación de la novela de Raymond Chandler, en cuyo guion volvió a participar Faulkner.
En este punto merece la pena hacer un paréntesis para hablar sobre las intervenciones musicales de Bacall en las películas de Howard Hawks. En el film Tener y no tener la actriz interpretaría dos canciones, Am I Blue y How Little We Know, junto al pianista y compositor Hoagy Carmichael, mientras que en El sueño eterno Bacall cantaría el tema And Her Tears Flowed Like Wine acompañada en los coros por los Williams Brothers, un grupo vocal formado por el futuro crooner Andy Williams y sus hermanos. Durante años corrió el rumor de que la voz de Bacall en las canciones de Tener y no tener había sido doblada por Andy Williams, algo que desmentiría el propio Howard Hawks en el libro de 1982 Hawks on Hawks: «Nos costó muchísimo encontrar a una chica que cantara con una voz tan grave como la de Bacall. Así que conseguí a Andy Williams, tomamos toda la música que había grabado e hicimos que Bacall sincronizase sus labios con la canción. Pero al mismo tiempo ella se puso a cantar, y pensé que sonaba mejor que Andy Williams. Así que lo grabamos todo de nuevo. Utilizamos su voz». El director musical de Warner Brothers, Ray Heindorf, también confirmó en 1972 que la voz que aparece en las canciones de ambas películas es la de Bacall.
La tercera producción que unió a Bacall y Bogart en la gran pantalla, La senda tenebrosa (Dark Passage, 1947), es una curiosa mezcla de noir y cine experimental de Delmer Daves, donde los primeros cuarenta minutos de la trama son narrados con planos subjetivos. Por supuesto, a los ejecutivos de Warner no les hizo ninguna gracia que no se viera el rostro de Bogart hasta la mitad de la película. Finalmente, en Cayo Largo (Key Largo, 1948) les dirigió John Huston. En esta ocasión, el trabajo de Bogart y Bacall quedaría eclipsado por el de sus compañeros de reparto, Edward G. Robinson y Claire Trevor.
Otra colaboración en la gran pantalla quedaría frustrada cuando Warner se negó a ceder a Bacall para el rodaje de la excelente En un lugar solitario (In a Lonely Place, 1950), de Nicholas Ray, aunque la pareja volvería a coincidir en la adaptación televisiva de 1955 de la película El bosque petrificado (The Petrified Forest, 1936), donde Bogart volvería a encarnar al gánster Duke Mantee, mientras que Henry Fonda y Lauren Bacall sustituirían a la pareja protagonista de la película original, Leslie Howard y Bette Davis.
Fuera de la alargada sombra de Bogart, Bacall demostraría su independencia a la hora de elegir papeles arriesgados, actuando en producciones como El trompetista (Young Man with a Horn, 1950), una de las primeras películas en tratar el tema del lesbianismo. En esta película de Michael Curtiz coincidiría con Kirk Douglas, quien había sido su compañero de estudios en la Academia Americana de Arte Dramático de Nueva York. Bacall era una actriz versátil que protagonizó cintas de aventuras, como El rey del tabaco (Bright Leaf, 1950), junto a Gary Cooper, o Callejón sangriento (Blood Alley, 1955), con John Wayne, brilló en las comedias Cómo casarse con un millonario (How to Marry a Millionaire, 1953), junto a Marilyn Monroe y Betty Grable, o Mi desconfiada esposa (Designing Woman, 1957), donde se reuniría con su viejo amigo Gregory Peck, y probó suerte con el melodrama, rodando con el rey del género, Douglas Sirk, el film Escrito sobre el viento (Written on the Wind, 1956).
Bacall no fue solo célebre por sus interpretaciones en la gran pantalla, sino también por su activismo político. En una época en que las estrellas no se involucraban en asuntos sociales, ella defendió sus ideas progresistas, a menudo arriesgando su propia carrera. En una entrevista del año 2005 con Larry King se definió como: «Antirrepublicana… liberal. La palabra que empieza por L. Ser liberal es lo mejor que puedes ser en la Tierra. Cuando eres liberal, estás abierta a todo el mundo. No tienes una mente estrecha». Durante toda su vida respaldó al partido demócrata. En 1945 apareció en una famosa sesión de fotos, sentada sobre un piano para apoyar al vicepresidente Harry Truman (años después afirmaría: «Mi agente de prensa me obligó a hacerlo»). Posteriormente hizo campaña por candidatos demócratas como Adlai Stevenson, Eugene McCarthy y Bobby Kennedy.
Lo que es más importante, Bacall y Bogart se convertirían en firmes opositores de la persecución que el Comité de Actividades Antiestadounidenses orquestó, a finales de los años cuarenta, contra los elementos más progresistas de Hollywood. Según Clancy Sigal, uno de los agentes de Bogart, fue Bacall quien convenció a su marido para que no votara a los republicanos. Ella era la principal impulsora de las acciones políticas de la pareja. Era una mujer luchadora, hija única de una inmigrante divorciada y pobre, que encajaba con el arquetipo de la neoyorquina judía de izquierdas. Fue Bacall quien presionó a Bogart para que apoyara el Comité pro Primera Enmienda.
El guionista Philip Dune y los directores John Huston y William Wyler habían creado el Comité pro Primera Enmienda para defenderse del ataque a los derechos fundamentales de la comunidad hollywoodense en plena escalada del «miedo rojo» de la Guerra Fría. Bacall y Bogart se unieron al grupo, al igual que Judy Garland, Burt Lancaster, Billy Wilder, Gene Kelly, Danny Kaye, Bette Davis, Frank Sinatra, Katharine Hepburn y tantos otros. En palabras de John Huston: «El comunismo no fue nada comparado con el mal que hicieron los cazadores de brujas. Ellos eran los auténticos enemigos de este país». El Comité pro Primera Enmienda hizo una declaración formal firmada por quinientas personas, que expresaba la indignación por el intento de Joseph McCarthy de mancillar la reputación de la industria cinematográfica.
Cuando el Comité de Actividades Antiestadounidenses citó, en 1947, a 43 figuras de Hollywood para que testificaran sobre una supuesta infiltración comunista, 19 personas se negaron a cooperar. 11 de ellos fueron llamados a declarar ante el comité, enfrentándose a la posibilidad de ir a la cárcel. Bertolt Brecht acabó testificando, tras lo cual abandonó el país. El resto serían conocidos como los Diez de Hollywood, un grupo de guionistas y directores (Edward Dmytryk y Dalton Trumbo entre ellos) que serían perseguidos, incluidos en las listas negras e incluso encarcelados por negarse a colaborar o denunciar a terceros.
El 26 de octubre de 1947, 25 miembros del Comité pro Primera Enmienda alquilaron un vuelo a Washington para asistir a las audiencias, reunirse con miembros del Congreso y presentar una petición en defensa de los derechos de sus colegas. A lo largo del camino se detuvieron en las principales ciudades para tratar de conseguir el apoyo de la ciudadanía. Encabezando aquel comité estaban Bacall y Bogart. La actriz Marsha Hunt, que formó parte del comité y posteriormente sería devorada por las listas negras de los estudios, reconocía que las multitudes que los recibían «querían ver a Bogart y Bacall». Al fin y al cabo, eran las estrellas más populares de entre aquellos que tuvieron la valentía de emprender aquella acción política.
Los encendidos testimonios de los Diez de Hollywood acabaron por desintegrar el Comité pro Primera Enmienda, especialmente cuando los ejecutivos de la industria cinematográfica emitieron la «Declaración Waldorf», donde se aliaban formalmente con el Comité de Actividades Antiestadounidenses y en contra de los Diez de Hollywood.
Bogart y Bacall fueron presionados para que se retractaran por políticos, el estudio Warner Brothers (Jack Warner quería dejar atrás el halo «liberal» de la major), sus agentes y los banqueros que iban a financiar la productora independiente que Bogart estaba tratando de poner en marcha. Al principio la pareja se resistió, pero cuando dejaron de llegar las ofertas cinematográficas tuvieron que celebrar una conferencia de prensa donde Bogart calificó el viaje de «desacertado, incluso tonto». Posteriormente apareció en la revista Photoplay en un artículo titulado «¡No soy comunista!». Marsha Hunt consideró aquello una traición: «oír esas declaraciones de ellos fue realmente un shock, y mató a todo el movimiento».
Con la distancia del tiempo es difícil juzgar con dureza a los Bogart. Al fin y al cabo, los artículos en prensa negando la vinculación con el comunismo eran habituales entre las estrellas (Edward G. Robinson y John Garfield también tuvieron que pasar por el aro) y, comparados con gente como el delator Elia Kazan o Ronald Reagan, presidente del Sindicato de Actores de Cine y a la vez informante del FBI, poco se puede reprochar a aquellos que intentaron rebelarse en un juego donde todas las cartas estaban marcadas de antemano.
Frente a aquella humillación pública, la pareja decidió entregarse al hedonismo. La casa de Bacall y Bogart en Los Ángeles se convertiría en el centro neurálgico de la vida social de la élite de Hollywood. Se sucedían las fiestas de varios días, alternando las visitas a la mansión con procesiones por bares y casinos. En 1955, tras una de esas bacanales etílicas, Lauren Bacall bajó de su habitación y encontró a su marido y al resto de invitados en un estado calamitoso. Fue entonces cuando pronunció la frase: «You look like a goddamned rat pack!» («¡Parecéis una maldita pandilla de ratas!»). El término acuñado por Bacall caló en el grupo, formado, en palabras de Bogart, para: «combatir el aburrimiento y perpetuar la independencia. Nos admiramos a nosotros mismos y no nos preocupa nadie más». Sinatra fue nombrado líder de la cuadrilla, mientras que Bacall era la casera, Judy Garland la vicepresidenta y Bogart se ocupaba de las relaciones públicas. Cinco años después, Sinatra tomó el nombre del Rat Pack para bautizar a un grupo de talentosos tarambanas dispuestos a incendiar Las Vegas, pero esa es otra historia.
En su vida privada, Bogart era un hombre gentil, alejado de su imagen cinematográfica de tipo duro. Excepto cuando bebía. Y bebía a menudo. Las peleas en los bares y los arranques de celos se sucedían cuando «Bogey» estaba borracho. El alcoholismo del actor fue desencantando a Lauren Bacall. También pesó la diferencia de edad. La estrella de Bogart se empezaba a apagar justo cuando la de Bacall brillaba con más fuerza que nunca. La actriz flirteó con el candidato Adlai Stevenson y se lanzó a los brazos de Sinatra. Como escribiría Bacall en su autobiografía: «Mi vida y yo misma empezamos a cambiar». De no haber enfermado Bogart, probablemente habría acabado divorciándose. Pero cuando se reveló que el intérprete tenía un cáncer de esófago, permaneció con él hasta el final. También fue decisión suya el no decirle que se estaba muriendo, aunque el declive fue fulminante. En 1961 Bacall volvería a casarse con otro gran actor, Jason Robards, con quien tuvo su tercer hijo. La actriz no tenía buena puntería a la hora de elegir a los hombres: Robards también era alcohólico. La pareja acabó divorciándose en 1969.
En los años sesenta, Bacall decidió dedicarse a su familia, dejando de lado Hollywood, salvo por apariciones puntuales en películas como Tratamiento de shock (Shock Treatment, 1964) o Harper, investigador privado (Harper, 1966). En 1965 formó parte del elenco original de la obra Flor de cactus, iniciando una larga historia de amor con Broadway. En una ocasión dijo: «El musical ha sido para mí una nueva oportunidad, como volver a nacer». En Broadway encontró el reconocimiento que Hollywood le había negado, paradójicamente en versiones musicales de éxitos de la gran pantalla. En Applause (1970) interpretó a Margo Channing, la diva encarnada por Bette Davis en Eva al desnudo (All about Eve, 1950) y en The Woman of the Year (1981), asumió el papel de su amiga Katharine Hepburn en la película homónima. Ambas interpretaciones fueron galardonadas con el premio Tony. Se despidió de Broadway con la obra Waiting in the Wings (1999).
En Hollywood, aportó su elegancia a producciones como Asesinato en el Orient Express (Murder on the Orient Express, 1974), la excelente adaptación de la obra de Agatha Christie dirigida por Sidney Lumet. Años después participaría en otra traslación de una novela de Christie a la gran pantalla, Cita con la muerte (Appointment with Death, 1988). En los setenta también actuaría en el wéstern El último pistolero (The Shootist, 1976), la última película de John Wayne antes de morir de cáncer.
En los años noventa Bacall fue reivindicada como secundaria de lujo. Fue la agente de Misery (1990) y Robert Altman la recuperó para su Pret-a-porter (Prêt-à-porter, 1994). Dos años después recibiría su única nominación al Óscar por la película de Barbra Streisand El amor tiene dos caras (The Mirror Has Two Faces, 1996).
En una entrevista para la BBC del año 2000, Bacall se lamentaba de los pocos papeles femeninos interesantes que podía encontrar en Hollywood. Cuando conoció a Pedro Almodóvar le dijo: «Pedro, tengo que estar en tu próxima película en inglés. Llevaré una bandeja, lo que sea». El primer largometraje de Almodóvar en habla inglesa ha llegado demasiado tarde, pero otros no se lo pensaron tanto. Como Lars von Trier, que contó con la actriz en sus películas Dogville (2003) y Manderlay (2005). Finalmente, Bacall recibiría un Óscar honorífico en 2010.
Lauren Bacall murió un 12 de agosto de 2014, cuando quedaba apenas un mes para que cumpliera 90 años. Dos días después, las luces de los principales teatros de Broadway se atenuaron en señal de duelo. Quisiéramos decir que el mundo echa de menos su mirada, pero lo último que Bacall habría querido es un final cursi. Ella no nos lo habría perdonado.