Dijo un sabio que el matrimonio es la principal causa de divorcio. Y es que mantener un amor no es fácil. Las comedias románticas nos tienen acostumbrados a concentrar nuestros esfuerzos en la conquista, pero se desentienden alegremente de lo que viene después. No es de extrañar que la mayoría de ellas acabe con los protagonistas celebrando su recién estrenada relación. De lo que venga después, parecen pensar sus responsables, que se encargue otro.
Por eso son tan de agradecer películas como Le week-end. Su guionista, Hanif Kureishi, decide adentrarse más allá de esos manidos The end rebosantes de alegría. Aquí ya se ha conseguido el amor. Se consiguió hace muchos años, de hecho. El reto ahora es conservarlo. ¿Cómo lograrlo, cuando todo ha sido probado, cuando la sorpresa no tiene cabida, cuando la costumbre le ha ganado terreno a la magia? La solución de nuestros protagonistas es regresar al París que acogió su luna de miel. Más pronto que tarde descubren, como decía Sabina, que al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver.
A los mandos de la nave se encuentra un habitual del género, Roger Michell. El realizador de películas como Notting Hill y Venus sabe imprimir un sello propio a un formato tan trillado, envolviendo la cinta de un aura melancólica, crítica, reflexiva. El naufragio es el mejor momento para pensar cuáles han sido sus causas.
Salidas de emergencia
Dando la cara están Jim Broadbent y Lindsay Duncan, dos veteranos monstruos de la interpretación. La pareja destila una química que traspasa la pantalla. Es imposible mirarlos y no ver esos treinta años de matrimonio. En hora y media, los intérpretes dan un recital brillante en el que pasan de la entrañabilidad a los golpes bajos. Un trabajo impecable que le valió a Broadbent la Concha de Plata a mejor actor en el último Festival de Cine de San Sebastián.
Broadbent y Duncan caminan por hermosos parajes parisinos sin dejar de hablar un minuto. A través de diálogos llenos de humor ácido y confesiones dolorosas, nuestros protagonistas diseccionan su frágil relación. Uno no puede evitar ver a éstos como una versión avejentada de Jesse y Céline, los inmortales protagonistas de la saga romántica [1] de Richard Linklater.
Acompañando a la pareja protagonista está Jeff Goldblum, que da vida a un personaje amanerado y vitalista en exceso, alivio cómico de las altas cotas de tensión que se alcanzan en torno a su aparición. Su función en la historia es la de ser el espejo donde se miran los protagonistas, un espejo en el que se reflejan tiempos mejores, salidas de emergencia.
Resulta una delicia sentarse ante Le week-end, un trabajo honesto y muy bien perfilado, una reflexión sobre los límites del amor donde un inspirado Jeremy Sams emula al mismísimo Django Reinhardt, una exitosa huida de los convencionalismos de la comedia romántica. Pero nada de dramas. No es necesario caer en el derrotismo. A veces todo es tan sencillo como resignarse a lo que hay y dejarse llevar. Y bailar. Siempre.
Dirección: Roger Michell
Intérpretes: Jim Broadbent, Lindsay Duncan, Jeff Goldblum, Judith Davis y Olly Alexander
Guion: Hanif Kureishi
Música: Jeremy Sams
Fotografía: Nathalie Durand
2013 / Reino Unido / 93 minutos