Decía Roberto Bolaño en Soldados de Salamina que una persona decente no es lo mismo que un héroe, que alguien decente es quien sabe decir no a tiempo y un héroe quizá sea quien no se equivoca en el único momento en que importa no equivocarse. Cuando enfrentamos a Ivan Locke, las nociones de héroe y persona decente pasan por nuestra cabeza. Héroe en lo que respecta al relato cinematográfico y lo fácil de etiquetar como tal a quien intenta evitar un mal mayor. Y persona decente en lo referido a las intenciones íntimas del personaje. ¿Es por tanto Locke un héroe, una persona decente o ambas cosas? Veámoslo.
Decíamos que Locke ha metido la pata. Su vida había alcanzado un estatus de estabilidad prácticamente perfecto y en una noche todo vuela por los aires. Adiós, estabilidad. Adiós, vida organizada. Una noche. Una única noche es lo que Locke tiene para, si bien no solucionar lo que ya no tiene solución, paliar los daños lo máximo posible.
Un viaje por carretera, con un coche avanzando incesantemente en la noche. Un símil muy apropiado para la historia de un hombre que da la cara, que afronta sus errores sin frenarse, sin recular en sus decisiones. Locke aplica el sentido práctico que ha regido su vida para subsanar sus acciones equivocadas sin titubeos, con pulso firme y lógica de ingeniero.
Honradez o venganza
El guion de Steven Knight hace gala de una sencillez mayúscula: personaje debe llegar de A a B solucionando C, D y E. Nada más y nada menos. ¿Significa eso que es una película simplona? En absoluto. Locke es un drama con aroma lejano a thriller, un thriller con temática costumbrista. La cinta es un tratado sobre la honestidad desde el minuto 1 al 85. Ser honesto porque es lo correcto, porque no te queda otra y porque esta demolición de tu vida es menor de lo que podría ser de no actuar con honestidad. O quizá no.
¿Y si ser deshonesto compensa a Locke? El protagonista nos descubre que tiene referencias en ese aspecto, referencias que le provocan ira y repulsión, pero en las que ser deshonesto ha resultado el camino más sencillo para evitar problemas. Pero Locke quiere problemas, los quiere si eso significa alejarlo de sus referencias. Y aquí la película ofrece una reflexión muy interesante: ¿es Locke tan honesto por pura honradez o por venganza? Puede que al fin y al cabo Locke no sea un héroe, ni una persona decente, sino un ser vengativo.
Un único escenario y un único personaje, aunque con truco. Tom Hardy, soberbio en la piel de Ivan Locke, es el eje central y único rostro visible en una sucesión de conversaciones a través del manos libres. Es inevitable recordar Buried (Enterrado), ese thriller de Rodrigo Cortés con Ryan Reynolds en un ataúd. Sí que hay que achacarle a Knight que no tenga la pericia que demostró Cortés al abordar un guion de restricciones similares. El gallego ofrecía un ingenioso abanico de recursos visuales, mientras que el inglés acaba cayendo en la repetición, lo que lastra el conjunto final en materia visual.
Aunque Locke funciona como película, el espectador no puede evitar imaginarla sobre las tablas. El texto es carne de obra de teatro. De hecho lograría naturalizar los fragmentos impostados de los monólogos de Hardy. Un hombre solo, desnudo ante un público que ha de juzgar si están viendo a un héroe, a una persona decente, a ambos o a ninguno de ellos.
Dirección y guion: Steven Knight
Intérpretes: Tom Hardy, Olivia Colman, Ruth Wilson, Andrew Scott, Ben Daniels, Tom Holland y Bill Milner
Música: Dickon Hinchliffe
Fotografía: Haris Zambarloukos
Productoras: IM Global y Shoebox Films
Distribuidora: Vértigo Films
Reino Unido-Estados Unidos / 2013 / 85 minutos