Todos aquellos críticos del cine actual están de suerte. Su obstinada convicción de que las mejores películas ya se han hecho viene ahora avalada por las conclusiones de un estudio del instituto politécnico Rensselaer que la revista Nature [1] publicó el pasado 26 de septiembre.
Para llevar a cabo este estudio, un análisis cuantitativo de la evolución de la innovación en el cine, sus responsables han cruzado las palabras clave que los usuarios de la web IMDb han generado para describir las más de dos millones de películas ahí registradas.
A cada palabra clave se le ha asignado un valor en función del número de veces que se repite. De este modo, una palabra clave repetida en numerosas ocasiones tiene una baja puntuación, al contrario que una menos mencionada, que puntúa más alto en innovación.
Una nueva Era Dorada
El analista detrás de este estudio, el físico Sameet Sreenivasan, se sorprendió al conocer sus resultados. «Siempre se dice que el periodo de 1929 a 1950 es conocido como la Era Dorada de Hollywood», comenta, «pero si nos fijamos en la innovación de aquellos años, observamos una tendencia descendente».
La crisis del sistema de estudios de mediados de los cincuenta se tradujo en un aumento de la creatividad cinematográfica. El público se vio entonces inmerso en la Nueva Ola del cine americano (con películas como Bonnie y Clyde, estrenada en 1967), asistiendo además a otras visiones cinematográficas como el spaghetti western, las películas europeas de arte y ensayo, la Nouvelle Vague francesa o el cine oriental.
El estudio de Sreenivasan concluye además que el cine de acción fue redefinido en 1962 con el estreno de la primera película de la saga de James Bond. Suerte contraria a la que corre la ciencia-ficción, que ya en los sesenta era un género que carecía de innovación, según los análisis. Su cénit creativo, demuestra, estuvo en sus orígenes.
Ni muy familiares, ni muy novedosas
Las conclusiones arrojan luz, además, a la tendencia del público a valorar positivamente los productos cinematográficos que poseen más innovación, pero no demasiada, ya que, según argumenta Sreenivasan, la audiencia considera difícil de digerir una película demasiado novedosa. «Y si es demasiado familiar resulta aburrida», añade.
Definitivamente, es una tarea prácticamente imposible agrupar las mejores películas jamás realizadas. La subjetividad abre un abanico demasiado amplio como para abarcarlo. No obstante, este estudio resulta un interesante punto de partida para empezar a analizar esta cuestión cinematográfica desde un punto de vista cuantitativo.