Predecible y, que duda cabe, bien realizada, Green Book, el relato interracial del músico negro Don Shirley (Mahershala Ali) y su chófer italiano (Viggo Mortensen) es una película que no pasará a la historia, aunque también se llevó los premios al mejor guion original y al mejor actor de reparto, para Mahershala Ali.
Por eso, cuando una Julia Roberts radiante desveló el nombre que el sobre guardaba, la sala se movió entre la sorpresa y el murmullo. No fue el único de los momentos que quedó flotando en la sala el eco de la decepción. No era para menos al constatar, por citar sólo tres ejemplos, que Cold War, la espléndida historia polaca de amores improbables se fuera de vacío, o que Melissa McCarthy no recogiera estatuilla por su veraz, conmovedor papel en ¿Podrás perdonarme algún día?, una categoría en la que ganó Olivia Colman por su personaje en La favorita. Y qué decir del silencio ante Cafarnaúm, esa joya llegada del Líbano que se clava sin remisión en el corazón del espectador.
Discutible también que Bohemian Rhapsody, el largometraje sobre la vida de Freddie Mercury, fuera la cinta que más premios acaparó, al sumar las estatuillas de mejor actor, Rami Malek, mejor montaje, mejor edición de sonido y mejor mezcla de sonido. El actor de origen egipcio, que tropezó y hubo de ser atendido al recoger el premio, competía en la categoría con Bradley Cooper (Ha nacido una estrella), Christian Bale (El vicio del poder), Viggo Mortensen (Green Book) y Willem Dafoe (Van Gogh, a las puertas de la eternidad).
Claro que también hubo decisiones sobre las que hubo acuerdo general y, entre ellas, los premios para Alfonso Cuarón, el gran triunfador de la gala, que recibió su segunda estatuilla como mejor director, esta vez por Roma, primera cinta en español en ser nominada a mejor película, que se llevó los galardones a la mejor extranjera, y al mejor director de fotografía, algo que convierte al cineasta mexicano en el primero que obtiene ese doble reconocimiento.
O acuerdo, también unánime, sobre Spike Lee, que consiguió la primera estatuilla de su carrera por el guion adaptado de Infiltrado en el KKKlan, algo que el cineasta celebró por todo lo alto rindiendo homenaje a Prince, al presentarse en el escenario con un traje púrpura para instar a los estadounidenses, en una de las escasísimas referencias políticas de la noche, a que estén «del lado correcto de la historia» en las elecciones presidenciales del próximo año.
Al tiempo que se iban atenuando las luces de Hollywood, Glenn Close abandonaba la sala sin nada entre la manos por séptima vez en su carrera. Había vivido, como tantos, una noche sin brillo, salvo en un par de momentos, como el de la celebración del equipo de Period. End of Sentence, mejor cortometraje documental, que provocó la espontaneidad de su realizadora Rayka Zehtabchi: «No puedo creer que una película sobre la menstruación acabe de ganar un Óscar», gritó jubilosa.
El resto, poco más. Lo fácil se había impuesto en buena parte de lo visto.