Los mejores westerns, Río Bravo, Centauros del desierto, Grupo salvaje o Sin Perdón, están, con todo derecho, en el olimpo de la cordillera cinematográfica, pero a diferencia del cine negro, el romántico, el histórico o el de ciencia ficción, la producción ha ido bajando y las novedades llegan con cuentagotas; son pocas aunque hagan mucho ruido cuando llevan la firma de Quentin Tarantino (Los odiosos ocho, Django desencadenado) o disfruten del favor de la crítica más exigente, como le sucedió hace un par de años a la sorprendente The rider, de Chloé Zhao.
Mientras rezamos para que Clint Eastwood decida volver a las praderas a dirigir una película más antes de su retirada y que sea tan buena como El jinete pálido o Infiero de cobardes, podemos buscar en el pasado tesoros ocultos, clásicos perdidos o películas incomprendidas en su momento que merecen una nueva oportunidad.
La mejor guía para eso -para descubrir y redescubrir- la ha escrito Alfonso Bueno (Madrid, 1977) y lleva por título ¡Desenfunda, forastero! Una ‘operación rescate’ en toda regla con una amplia selección que da buena muestra de la enorme diversidad de un género con cabida para el humor, el musical, la violencia extrema, la aportación extranjera, con Italia y España a la cabeza, la denuncia social o el mensaje ecologista.
Está muy bien ponerse por enésima vez La Diligencia, Pasión de los fuertes o El hombre que mató a Liberty Valance, pero Bueno nos recuerda que John Ford, ya en los años veinte, había dirigido Tres hombres malos con tanto humor y acción como la obras maestras citadas.
Otro tanto puede decirse de más nombres mayores del género. De Raoul Walsh, director de Murieron con las botas puestas, el autor nos recomienda La gran jornada con un John Wayne casi adolescente o Juntos hasta la muerte. De Anthony Mann, en cuyo currículo figuran nada menos que Colorado Jim o Tierras lejanas, no hay que perderse la olvidada La puerta del diablo o Las furias.
Y si uno disfruta con la trilogía mítica de Sergio Leone (Por un puñado de dólares, La muerte tenía un precio y El bueno, el feo y el malo), hará bien, nos sugiere Bueno, en ponerse, si no se ha hecho hecho ya, ¡Agáchate, maldito!
De la edad de oro al ocaso
Nunca como en los años cincuenta los cowboys volvieron a reinar en la gran pantalla. Ya no es que los grandes entregaran sus películas más redondas y adultas en esa década, es que también dieron lo mejor de sí figuras como Budd Boeticher o Samuel Fuller.
Los sesenta, en cambio, inauguran un periodo más experimental y rupturista con pasotes notables (El rostro impenetrable de Brando, por ejemplo) u obras checas, japonesas, mexicanas, italianas y españolas.
Con los setenta irrumpe la tendencia revisionista, concediendo un protagonismo casi inédito hasta la fecha a los afroamericanos o recogiendo la visión de la mujer. Entrados en los ochenta, dicha tendencia se mantiene pero se producen ya muchas menos películas. A partir de los noventa y hasta la actualidad, predominan los francotiradores o los que vienen a probar suerte en este ámbito, a veces con extraordinario éxito, caso de Bailando con lobos de Kevin Costner o Brokeback mountain de Ang Lee, y por ello no incluidas en el libro de Bueno. Sí se analizan, por el contrario, obras adscritas al cine independiente como las de Jim Jarmusch (Dead man) o John Sayles (Lone star).
Sigan uno de los consejos de Bueno y traten de ver, o volver a ver, La puerta del cielo de Michael Cimino, una película ruinosa y vapuleada por la crítica, ignorada por el público y que quitó poder a los directores en beneficio de los productores. Cuarenta años después de su estreno, emerge como lo que ya era y casi nadie supo ver entonces: una obra maestra, diferente, monumental y majestuosa.