El joven Ben, con 17 años recién cumplidos, no termina de encontrarse. La oportunidad de viajar a Marrakech le permite atravesar, además de las físicas, sus fronteras mentales. El viejo axioma de perderse para encontrarse.
La nueva película de Caroline Link, ganadora de un Oscar a la mejor película en lengua no inglesa por En un lugar de África, es en sus propias palabras «un viaje iniciático hacia la madurez». A un paso de entrar en el mundo adulto, el hastiado Ben rompe por completo sus esquemas en uno de esos veranos tan cinematográficos que dan un vuelco a la vida.
Acercamiento al amor, el sexo, la autosuficiencia… Y por encima de todo, la libertad, esa libertad de quien, de no tener nada, se descubre dueño de todo.
Samuel Schneider carga con el peso de un protagonista a ratos antipático, a ratos tierno. Un trabajo solvente, aunque no demasiado complicado, dada el aura de despreocupación que lo envuelve durante la mayor parte de la cinta. El veterano Ulrich Tukur le da la réplica como su negligente padre, personaje que vertebra el segundo gran tema de la película: los conflictos paterno-filiales y cuánto ceder para solucionarlos. Hafsia Herzi, multipremiada por el Cuscús de Abdellatif Kechiche, cierra el triángulo principal con el que se revela como el personaje con un trasfondo más complejo. Su Karima revela lo justo para dejar al espectador con ganas de profundizar más en ella.
Viaje interior
Mención aparte merece la música de Niki Reiser, que se empapa de la cultura árabe y sabe trasladar a sus cuerdas, coros y percusiones el espíritu de la película, esa mezcla entre descubriento propio y ajeno, emotividad y épica.
Quizá le sobre positivismo a Destino Marrakech. Transmite la impresión de postal turística excesivamente bienintencionada. La línea entre foráneo receloso y local desinteresado está demasiado marcada. Aunque también es cierto que siempre se agradece un retrato afable de la comunidad árabe por parte de un extranjero, especialmente tras los dañinos tópicos en los que tanto ha incurrido el cine estadounidense.
En definitiva se trata de un viaje a una tierra que enamora (bien se afana Link en capturar la belleza de sus paisajes) que planta en el espectador la semilla de la aventura. Terminar la película y querer preparar la maleta es todo uno.