Contaba Medem hace años que rodó Lucía y el sexo como una manera de redimirse personalmente por el trágico final de Los amantes del círculo polar. En aquel momento hizo una película positiva y llena de luz. Quizá debido a la tibia (y, en ocasiones, colérica) acogida de sus últimos trabajos, Medem decidió retomar la senda de la luz para su nueva cinta, Ma ma.
Nos encontramos ante una de esas incursiones cinematográficas de mirada positiva frente a las enfermedades (cáncer, en este caso), una especie de subgénero en el que se enmarcan películas como Planta 4ª, la reciente Go away Mr. Tumor y Yo, él y Raquel, de próximo estreno en nuestro país.
No se confundan: Ma ma es un drama. Los golpes de humor que ayudan a destensar el ambiente no le restan dramatismo al conjunto. Pero por encima de todo está la luminosidad con la que Medem baña su película, ese alegato de la vida por encima de la muerte, el amor que todo lo puede frente a cualquier adversidad. Y poco más.
Y es que el problema de Ma ma radica en que no hay mucho a lo que agarrarse. ¿Es un horror fílmico? No, pero quizá sea algo peor: insípida, olvidable. Las grandes sentencias de la película, lo que decíamos de la vida y el amor, están tan trilladas que no dicen nada al espectador. Hace falta algo más, no sólo esa sensación de haber visto una película bonita (de los peores calificativos para cualquier tipo de arte).
Filosofía positivista
Tocada en la mayor parte de su guión por la filosofía del «buenrollismo» que practican ciertos gurús de lo emocional, el resultado final se acerca a un panfleto positivista para todos aquellos que luchan con enfermedades tan duras como el cáncer, lo cual, como decíamos, aleja a Ma ma de ser memorable.
En medio de tanto pensamiento positivo, Medem imprime su sello de autor a través de secuencias y recursos concretos con un cierto componente onírico, una constante en su carrera que, sumado al surrealismo de ciertas imágenes (especialmente en sus primeros trabajos), le ha funcionado con desigual resultado.
En el caso de Ma ma no está especialmente atinado. Como muestra, las incursiones musicales del personaje de Asier Etxeandia, que únicamente no rechinan en una secuencia (dos a lo sumo, emocionantes, eso sí) y canalizan mal el enorme talento musical del actor.
Trío de buenos intérpretes
Mucho se ha dicho del trabajo de Penélope Cruz, encumbrándola por un papel protagonista reescrito para ella y reconcebido por la propia actriz. Es cierto que Cruz está realmente bien, exceptuando las escenas excesivamente dramáticas, en las que la situación y su interpretación se acercan al melodrama de telefilm. Sin embargo, en las escenas cómicas está especialmente carismática. Se la nota cómoda en un registro más costumbrista, lo que hace que dichos momentos acaben siendo lo mejor de la película. Es una lástima que Ma ma decida apoyarse más en su espiritualidad mal llevada que en ese costumbrismo.
Al lado de Cruz, Luis Tosar y Asier Etxeandia cumplen con su habitual solvencia en sus roles, aunque tienen poco margen de maniobra a la sombra del absoluto y arrollador protagonismo del personaje de Cruz. Relacionar a Tosar con una buena interpretación es obvio; Etxeandia, por su parte, sigue a la espera de un papel protagonista que haga justicia a su sobrado talento.
Ma ma ha llegado a nuestras carteleras con fuelle insuficiente para alcanzar la meta de la expectación que había generado. Quedémonos con su costumbrismo, ese consejo tan hermoso de escuchar lo que dicen otros por ahí para formar la opinión propia y la música de Alberto Iglesias. Medem, por su parte, parafraseando a Nino Bravo, seguirá caminando adelante en su carrera aunque tenga que sufrir con las críticas.
Dirección y guión: Julio Medem
Intérpretes: Penélope Cruz, Luis Tosar, Asier Etxeandia, Teo Planell, Àlex Brendemühl, Silvia Abascal
Música: Alberto Iglesias
Fotografía: Kiko de la Rica
España / 2015 / 111 minutos