«Amargo […] como el domingo del jubilado». Ya lo decía Sabina. La jubilación, que es muy mala y hay que saber llevarla. Demasiado tiempo libre, demasiadas vueltas a la cabeza, demasiado sentimiento de inutilidad. Ocupar el tiempo se transforma en una necesidad vital, así que más de uno acaba desarrollando actividades que siempre había tenido pendiente o que, sencillamente, ayudan a pasar la tarde: informática, yoga, alfarería…
Caroline ha cumplido los 60 y acaba de jubilarse forzosamente, una decisión más personal que empresarial. Atrapada en un matrimonio rutinario y desbordada por la cantidad de tiempo libre con la que se encuentra, su salud mental precisa de un desahogo. Estamos ante una mujer que ha perdido la que creía su seña de identidad. En este punto de su vida ha de hacer frente a una cuestión que creía ya superada: encontrarse a sí misma.
Viaje de descubrimiento
Mis días felices habla de las segundas oportunidades, de cómo uno puede toparse con la esperanza cuando todo parece perdido. Aunque la protagonista rescata a su auténtico yo a través de la pasión, a través, en definitiva, de otra persona, Vernoux reivindica la generación de una conciencia propia, la búsqueda interna de la personalidad. A fin de cuentas, uno debe aprender a ser sin la ayuda de nadie.
Esta moraleja acaba llevando la película a territorios conocidos. El viaje del descubrimiento íntimo de una mujer madura, con todas las acciones reprobables que se espera de ella, transita por una senda muy marcada. Dicho de otro modo: esto nos suena de algo.
Por momentos, parece que el mensaje que quiere transmitir la película es vital, edulcorando ciertas consecuencias para llegar al desenlace deseado. Si la protagonista ha aprendido y el espectador se ha enterado, quizá no sea necesario nada más. Así se acaba echando en falta un desvío más arriesgado, menos complacencia.
Personalidad propia
En el apartado técnico, Marion Vernoux opta por aportar algo más a la historia. Su cámara sabe retratar no solo los conflictos de los personajes, sino el contexto en el que se mueven. A esto ayudan algunas localizaciones francesas bellísimas.
Al frente del reparto está la veterana Fanny Ardant. Ella es la película. Su sola presencia en pantalla pone en pie la historia. La francesa sabe imprimirle personalidad a un personaje tan peligrosamente cerca del tópico.
Mis días felices ofrece un entretenimiento liviano y arranca alguna que otra risa. Esta historia esperanzadora cumple lo que promete, aunque no arriesga en su propuesta. Pese a ello, resulta reconfortante refugiarse en su calidez para llevar mejor estos días fríos. Bien merece darle una (segunda) oportunidad.
Dirección: Marion Vernoux
Intérpretes: Fanny Ardant, Laurent Lafitte, Patrick Chesnais, Jean-François Stévenin, Fanny Cottençon, Catherine Lachens, Alain Cauchi y Marie Rivière
Guion: Fanny Chesnel y Marion Vernoux (Basado en la novela Une jeune fille aux cheveux blancs, de Fanny Chesnel)
Música: Quentin Sirjacq
Fotografía: Nicolas Gaurin
2013 / Francia / 94 minutos