Cuando el pasado septiembre se hacía pública la retirada de Miyazaki del cine, los ojos del mundo se clavaron con más fuerza en su nuevo trabajo, su último trabajo. Esta despedida, como todas, no ha debido ser fácil, especialmente siendo el centro de todas las miradas. Sin embargo, como es habitual en él, el japonés ha salido airoso.
En su undécima y última película, Miyazaki nos presenta a Jirō Horikoshi, ingeniero aeronáutico japonés que diseñó algunos de los aviones de combate que el país nipón utilizó en la Segunda Guerra Mundial. En la cinta acompañamos a Horikoshi desde su infancia hasta la época misma del conflicto, cuando diseñó uno de sus aviones más celebrados, el Mitsubishi A6M, bautizado como «Zero».
El guion de Miyazaki mezcla los hechos biográficos de Horikoshi y a la protagonista de la novela corta homónima de Tatsuo Hori, aquejada de tuberculosis en un sanatorio. Ambos personajes, real uno, ficticia la otra, se cruzan en la película, protagonizando una hermosa historia de amor que marca la vida de este Horikoshi que inventa Miyazaki.
Poderío visual
A simple vista sorprende que la última película de este maestro de la animación no tenga un punto de partida fantástico, acostumbrado a transportarnos a mundos mágicos como los de La princesa Mononoke o Nausicaä del Valle del Viento. Sin embargo, El viento se levanta no es un biopic al uso. Miyazaki saca a relucir ese poderío visual que lleva puliendo desde hace más de cuarenta años para deleitarnos con secuencias exquisitas que nos introducen en la mente de Horikoshi, un paisaje onírico en el que las leyes físicas son burladas en pos de una fantasía bellísima. Incluso cuando la película narra acontecimientos que están sucediendo realmente, Miyazaki imprime esa visión que lo ha hecho único (como ese retrato del gran terremoto de Kanto de 1923).
Recibida no sin polémica al erigir como protagonista al creador de algunas de las máquinas de guerra que tanto daño causaron en la Segunda Guerra Mundial, la visión que hace Miyazaki de Horikoshi se aleja por completo de cualquier alabanza bélica. Reconocido pacifista, el realizador japonés opta por contar la lucha incansable por alcanzar un sueño, la pasión, a menudo derivada en obsesión, que empuja a todos aquellos cuyo objetivo en la vida es crear.
Pero hay más. Después de contarnos todo lo vivido, lo luchado, lo sufrido por alcanzar ese sueño, después de haber ganado y perdido, sacrificado y entregado, aparece como un repentino vendaval la inevitable pregunta: ¿ha merecido la pena? Y ya no es Horikoshi quien se lo pregunta, sino Miyazaki, que echa la vista atrás, revisa esas obras, de culto a día de hoy, y reflexiona sobre si toda esa labor ha significado algo realmente, si la consecución de ese sueño ha tenido sentido, si ha beneficiado a alguien… Echando la vista atrás, recorriendo una carrera marcada por una visión única, una personalidad arrolladora y un genio incontestable, la respuesta es un rotundo sí.
Dirección: Hayao Miyazaki
Guion: Hayao Miyazaki (Basado en su manga, inspirado en la novela corta Kaze tachinu, de Tatsuo Hori)
Música: Joe Hisaishi
Productora: Studio Ghibli
Distribuidora: Vértigo Films
Japón / 2013 / 126 minutos