La historia va de dos chicos y un fugitivo que se encuentran en una isla del Mississippi. El adulto (un convincente Matthew McConaughey que demuestra que hay mucho más que músculos de gimnasio en ese cuerpo) ha matado a un hombre. El amor ha sido el móvil de un asunto en el que se ven envueltos los muchachos (magnífico Tye Sheridan, al que ya habíamos visto lucirse en El árbol de la vida).
Todo fluye…
Entre tanto, la amada (Reese Whiterspoon vuelve a estar correcta, como siempre, sin más) se debate entre un querer y no querer, poder y no poder, que lo complica todo y a todos. La posibilidad de huir está ahí, pero lo que en realidad se escapa para siempre es la infancia de quienes todavía desconocen que la ingenuidad es un bien perecedero.
Enfoques, paisajes, circunstancias, luces… todo fluye, como el río omnipresente en la cinta, hacia la literatura de Mark Twain. Hacia el perfil de unos personajes solitarios siempre, (Sam Shepard vuelve a dar credibilidad al suyo), hoscos a ratos, que intentan convivir con el peso de un pasado oscuro.
Como contrapunto, la inocencia de una etapa: la adolescencia, de ilusiones y desilusiones, descubrimientos y frustraciones.
Nichols vuelve a acertar
Jeff Nichols en éste, su tercer largometraje, vuelve a acertar. De nuevo demuestra, como hiciera en Take Shelter, que se ha adentrado en lo de la dirección para aportar un toque diferente. Cine de autor como catalogan los clásicos. Lo logra, lo que no resulta fácil, pues, como queda dicho, el espíritu Twain gravita sobre cada plano.
De la mano de ambos, a lo largo de casi dos horas y media, Mud emerge entre las melancólicas neblinas del Mississippi como una muy recomendable propuesta.
Mud
Dirección: Jeff Nichols
Intérpretes: Matthew McConaughey, Tye Sheridan, Reese Whiterspoon, Jacob Lofalnd, Sam Shepard y Michael Shannon
Fotografía: Adam Stones
Música: David Wingo
EE.UU. / 2012 / 130 minutos