Mujeres que superan las guerras

Con sólo 28 años, el director ruso Kantemir Balagov, que también ganó el premio al mejor director en el festival francés, asume con más que notable resultado retos propios de cineastas de mucha mayor edad y experiencia.

No es una excepción esta cruda y lograda historia inspirada en el libro La guerra no tiene rostro de mujer, de la Premio Nobel de Literatura en 2015 Svetlana Aleksiévich. Hace dos años, Balagov supuso toda una revelación al presentar y ganar en Cannes Demasiado cerca (Tesnota), un drama con el telón de fondo de la guerra de Chechenia. Ahora, su segundo largometraje vuelve a mirar a seres golpeados por contiendas del pasado.

1945, Leningrado sale en ruinas de la Segunda Guerra Mundial. El largo y brutal asedio vivido ha devastado la mayoría de los edificios de la majestuosa ciudad y se ha llevado por delante a cientos de miles de personas. Entre quienes sobreviven en ese ambiente de desolación, dos mujeres jóvenes, Iya y Masha, tras conocerse durante el asedio luchan por reconstruir unas vidas marcadas por el hecho de que una confió a la otra la custodia de su pequeño.

Todo en Una gran mujer rescata un mundo en ruinas, las de los espacios físicos y las de los espíritus que sobrevuelan como pueden la tragedia real en la que están inmersos. Entre tonos ocres semiapagados y verdes luminosos, la fotografía acompaña con determinación las sobrecogedoras interpretaciones de las dos protagonistas: Viktoria Miroshnichenko y Vasilisa Perelygina.

Desde el plano secuencia inicial, en el que una respiración jadeante, asfixiantemente entrecortada establece la congoja en el ambiente, la película transmite lo que Balagov busca: “Reflejar la historia de las mujeres de Leningrado y el progresivo deterioro físico y psíquico que sufrieron, pese a lo cual lucharon con esperanza para superar los traumas de la guerra. Me interesa reivindicar abnegadas historias de personas valientes”.

Una gran mujer, el intenso drama que ahora propone, lo logra con creces.