Pensar en Nueva York es pensar inevitablemente en Woody Allen, reconstruir la estupenda secuencia inicial de Manhattan, ese espectacular recorrido [1] en blanco y negro al ritmo de la Rhapsody in blue de George Gershwin. Consciente de esa imagen que anida en el imaginario colectivo de todo amante del cine, Jorge Torregrossa abre su película regalándonos un no menos hermoso paseo por la Gran Manzana, apoyado en la elegante música que Lucio Godoy y Federico Jusid componen para la ocasión. No es casual que los créditos iniciales incluyan letras luminosas, como un guiño cómplice al espectador. «Sí, Nueva York es cine, pero lo que estás a punto de ver es su cara más mundana». Así, La vida inesperada comienza alzándonos a lo más alto de sus rascacielos para depositarnos suavemente en la cotidianidad de sus calles.
A Elvira Lindo, amplia conocedora del día a día neoyorquino, no le interesa la típica estampa turística. Su mirada apunta a la intrahistoria de una ciudad que, de tan retratada, todos creemos conocer. Entre sus protagonistas, tres españoles, «tres aspirantes» a paladear el sueño americano, a ser las estrellas de ese espectáculo sin fin que promete la ciudad.
El guion de Lindo, tan bien construido en sus momentos cómicos como en los melancólicos, da un revés a esos programas que retratan las vidas resueltas de nuestros compatriotas en el extranjero. Nuestros protagonistas logran a duras penas llegar a fin de mes, pluriempleándose, sin perder de vista un sueño cada vez más lejano que los mantiene en pie, con la cabeza en las nubes.
Comedia agridulce
Uno de los grandes aciertos de La vida inesperada es su tono de comedia agridulce. La cinta de Torregrossa no se limita a enhebrar chiste tras chiste para la mera carcajada del público, ni cae en ese melodrama sensiblero en el que podría haber derivado teniendo en cuenta los temas que aborda. Por encima de todo, la película emociona. El espectador ríe, sonríe (esa bendita sonrisa), llora, es herido, abre los ojos y reflexiona. Al abandonar la sala, siente que aquello no ha sido un simple entretenimiento. Algo ha cambiado en él. El repaso a su propia vida es inevitable.
El increíble reparto ayuda lo suyo. Javier Cámara, en un papel concebido desde el origen para él, demuestra una vez más su sobrado talento, pasando del orgullo a la duda, de la desgracia a la resignación. A Raúl Arévalo, encantador, es imposible no comprenderlo en sus decisiones. Carmen Ruiz parte en dos con solo una mirada y una sonrisa rota. Sarah Sokolovic toca muy adentro, tan rota y luminosa. A Tammy Blanchard no se la cuestiona, se acepta su mundo sin más. Y Gloria Muñoz, gracia y ternura, es mi madre, es la madre de todos. No enamorarse de estos personajes no es una opción.
Como complemento, Lucio Godoy y Federico Jusid componen sinfonías tan inspiradas, nobles y emocionantes que desde ya pasan a formar parte de la banda sonora de las calles de Nueva York, calles que Kiko de la Rica ha retratado con una fotogenia tan aparentemente natural, como si fuera imposible no encontrar una instantánea inolvidable en esa ciudad que no descansa.
Crecer es aceptar, madurar es resignarse. Los personajes de La vida inesperada luchan por mantenerse a flote en esa Arcadia cargada de promesas que no acepta a todo el mundo. Sinatra, borracho de éxito, entonaba aquello de «If I can make it there, I’ll make it anywhere» («Si puedo lograrlo allí, lo lograré en cualquier parte»), el himno de un ganador sin frenos. Pero ¿y si no puedes lograrlo?
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Recuerde nuestra entrevista con Elvira Lindo [2].
Dirección: Jorge Torregrossa
Guion: Elvira Lindo
Intérpretes: Javier Cámara, Raúl Arévalo, Tammy Blanchard, Sarah Sokolovic, Carmen Ruiz, Gloria Muñoz y Juan Villarreal
Música: Lucio Godoy y Federico Jusid
Fotografía: Kiko de la Rica
Productoras: Ruleta Media, Bullet Pictures y TVE
Distribuidora: Universal Pictures
España-Estados Unidos / 2014 / 108 minutos