Para muchos de nosotros la infancia no es un patio de juegos, ni una casa de campo, ni un río, ni una playa… Los que nos amamantamos a base de celuloide reconocemos en el cine lugares comunes que han ido haciéndonos persona. Por eso, a menudo, sentimos que Hollywood es nuestra nostalgia del tiempo que se fue, y celebramos las revisiones ofrecidas por producciones de otros países, que asumen la tarea de trasladar ese lenguaje visual universal a su propia cultura.
Holy Spider, rodada en Jordania por exiliados iraníes, fue acogida con una gran ovación en Cannes y su protagonista, Zahra Amir Ebrahimi, sería galardonada con el premio del festival a la mejor actriz. El éxito del filme fue recibido con hostilidad por el Gobierno iraní. En una época en que la población persa estallaba en protestas a raíz de la muerte de la joven Mahsa Amini a manos de la policía, el estreno de la película del director exiliado Ali Abbasi supuso otro jarro de agua fría para las autoridades de la república islámica.
Holy Spider se inspira en el caso real del asesino en serie Saeed Hanaei, un veterano de la guerra entre Irán e Irak que entre 2000 y 2001 mató a 16 prostitutas creyendo que estaba en la obligación de librar una yihad contra el vicio. Los asesinatos de Hanaei, a quien la prensa apodó el «asesino de la araña», se produjeron en Mashhad, la ciudad de peregrinación más importante de Irán, donde se encuentra el santuario chií del imán Reza.
Uno de los motivos de queja de los fanáticos religiosos es cómo se muestra la ciudad santa en el largometraje. La cinta comienza con una fabulosa escena donde, tras la cruda presentación de uno de los feminicidios, la cámara asciende en la noche hasta rebelarnos la ciudad de Mashhad iluminada por farolas, asemejándose a una araña. Durante el metraje, Mashhad aparece como una urbe no muy distinta a Nueva York, con barrios marginales repletos de callejones oscuros, donde mujeres escupidas por la ciudad se prostituyen, fuman crack y son devoradas por la violencia más salvaje.
Cuando Saeed Hanaei asesinó a sus víctimas, Ali Abbasi era un estudiante universitario en Teherán que quedó impactado por el caso, tanto por el tiempo en que tardaron las autoridades en capturar al homicida como por la reacción de la población ultraconservadora de Mashhad, que consideró a Hanaei un héroe, pese a que este admitió en el juicio haber cometido los asesinatos. «Realmente sentí que había una indignación en mí sobre estas mujeres y su destino y sobre cómo las trataron los medios de comunicación y cómo las trató todo el mundo», explica el realizador.
La imposibilidad de acceder a los archivos de la policía y a la familia de Hanaei hicieron que el filme derivara hacia la ficción, aunque no por ello resulta menos terrorífico y verosímil. Anteriormente, el caso había sido llevado al cine en dos ocasiones: en el documental de Maziar Bahari Va ankaboot amad (2003) y en Killer Spider (Ankaboot, 2020), de Ebrahim Irajzad, que para ser rodada en Irán transformó al asesino protagonista en un masón.
Aunque a primera vista pudiera parecer un thriller más, la película tiene muchas capas: su retrato del fanatismo religioso, la denuncia de la discriminación de la mujer, las cicatrices de la guerra… Frente a los críticos que han denunciado el sensacionalismo de algunos de los desnudos del largometraje, Abbasi defiende su decisión de mostrar de forma explícita los cuerpos de los personajes femeninos: «Durante cincuenta años ha habido una ausencia total del cuerpo de la mujer en las películas iraníes. Las mujeres se reducían a cabezas parlantes, literalmente cabezas que hablaban, lloraban y reían».
En la película no faltan los personajes femeninos fuertes. La protagonista, encarnada por Zahra Amir Ebrahimi, es una periodista que investiga los asesinatos y se rebela ante la dejadez de la policía, poniendo en riesgo su vida con tal de dar con el homicida. Hasta las mujeres prostituidas, habitualmente mostradas en producciones de este tipo como objetos, son presentadas con dignidad y humanidad.
Holy Spider es una película incómoda, pero es una obra necesaria, un prodigioso noir persa que aúna el thriller con el cine social y cuyo éxito internacional ha caído como un puñado de sal en la herida abierta de Irán. Tras su estreno en Cannes, el Ministerio de Cultura del país dijo que la película era «odiosa, falsa y repugnante», y llegó a comparar a Ali Abbasi con Salman Rushdie, con la amenaza velada de una nueva fetua. El galardón a Zahra Amir Ebrahimi también fue mal visto por las autoridades persas. La actriz, que en Holy Spider interpreta a una periodista cuya carrera es cuestionada después de que su editor la acose sexualmente, tiene razones para identificarse con su personaje, pues en 2006 se divulgó sin su consentimiento un vídeo íntimo suyo, por lo que se le prohibió actuar y fue condenada a diez años de prisión y a recibir 99 latigazos, razón por la cual huyó de su país.
Decision to Leave
La actriz de origen chino Tang Wei vivió su particular infierno tras protagonizar la magistral película de Ang Lee Deseo, peligro (Se, jie, 2001), donde compartía con el actor Tony Leung unas escenas de fuerte contenido sexual. La participación de la intérprete en la producción le supuso una sanción de las autoridades comunistas chinas, que la incluyeron en una lista negra. Ni que decir tiene que a Tony Leung nadie le reprochó que apareciera desnudo en el largometraje. El veto del Gobierno chino impidió a Wei protagonizar una campaña de publicidad que le iba a reportar un millón de dólares e hizo que fuera excluida de la producción Lang zai ji (2009). Tang Wei lograría encauzar su carrera, estableciendo fuertes vínculos con Corea del Sur, especialmente a raíz de su matrimonio con el director Tae-yong Kim, con lo que no es extraño que el gran Park Chan-wook le haya ofrecido el papel protagonista de su última película, Decision to Leave.
Park Chan-wook es un experto reimaginando el cine de género estadounidense. Con Joint Security Area (JSA) (Gongdong gyeongbi guyeok JSA, 2000) ofreció una nueva perspectiva del cine bélico, en su trilogía de la venganza revolucionó el concepto de thriller, Soy un cyborg (Ssa-i-bo-geu-ji-man-gwen-chan-a, 2006) hizo lo propio con las películas ambientadas en hospitales psiquiátricos y Thirst (Bakjwi, 2009) con el cine de terror, mientras que ejemplos más recientes de su talento, como La doncella (Ah-ga-ssi, 2016) o la miniserie La chica del tambor (The Little Drummer Girl, 2018), han dado un vuelco al romanticismo de época y al cine de espías, respectivamente.
En Decision to Leave, el realizador aborda el cine romántico con aroma a suspense. No es de extrañar que el filme esté repleto de referencias a Alfred Hitchcock. Park Chan-wook, fan confeso del maestro del suspense, ya jugó a ser Hitchcock en la fallida Stoker (2013) y no se cansa de repetir en entrevistas que decidió ser cineasta tras ver Entre los muertos (Vertigo, 1958).
En Decision to Leave, el actor Park Hae-il, a quien el aficionado al cine coreano recordará de las películas de Bong Joon Ho Memories of Murder (Salinui chueok, 2003) y The Host (Gwoemul, 2006), encarna a un detective de homicidios que investiga la misteriosa muerte de un montañista, llegando a obsesionarse con la viuda de la víctima, una misteriosa emigrante china interpretada por Tang Wei.
La película, cuyo argumento recuerda al drama judicial nipón A Wife Confesses (Tsuma wa kokuhaku suru, 1961), da la oportunidad a Park Chan-wook de exhibir sus peculiares fetichismos visuales. Sí, aquí también hay tijeras y octópodos, como en Old Boy (Oldeuboi, 2003), y problemas de comunicación, como en La doncella (un aspecto mal resuelto en los subtítulos en castellano, con lo fácil que habría sido, como en la excelente edición en blu-ray de La doncella, poner cada idioma en un color).
Pero si a algo recuerda, o pretende recordar, Decision to Leave es a Vertigo. El largometraje está repleto de referencias a la obra maestra de Hitchcock. Hay una pausada persecución de coches por las calles de Busan, donde los protagonistas acompasan sus maniobras al volante, como hiciera James Stewart por las calles de San Francisco, sincronizando sus volantazos al ritmo de la música de Bernard Herrmann. También aparece el color verde como espectral advertencia de la muerte y los tejados de Busan tratan de simular la primera escena del clásico del británico. Incluso suenan castañuelas en la banda sonora del fabuloso Jo Yeong-wook, una referencia directa a la partitura de Herrmann para Vertigo.
Pero, obviamente, Decision to Leave no es Vertigo, por mucho que abrace el concepto de amor enfermizo y tragedia de aquella cumbre del séptimo arte. La última película de Park Chan-wook se revela como una obra menor del genial realizador, con numerosos agujeros de guion (personajes que desaparecen, dudosas motivaciones del protagonista…), que acaba derivando en una historia de amor que no emociona tanto como pretende, aderezada por un suspense que no sorprende tanto como quisiera.
Pese a la presencia de Tang Wei y algunos brochazos de genialidad cinematográfica, los devotos al cine de Park Chan-wook tendremos que seguir esperando una nueva obra maestra que esté a la altura del legado de uno de los realizadores más fascinantes del milenio.