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Año 1942. Europa agoniza ante la masacre de la Segunda Guerra Mundial y el sindiós del Holocausto. Olga, a la que da vida en pantalla la actriz Julia Vysotskaya levantando un personaje conmovedor que ha logrado, entre otros premios, el de mejor actriz en el Festival de Gijón, es una sofisticada aristócrata rusa.
La primera apariencia de esta mujer engaña pues, tras la glamurosa superficie, se esconde una activa miembro de la Resistencia Francesa cuyo compromiso le lleva a ocultar a niños judíos para que no sean deportados.
Finalmente Olga es descubierta y arrestada por la policía nazi. En la cárcel conoce a Jules (Philippe Duquesne), un colaborador alemán de origen francés encargado de investigar su caso. Pero la mujer es trasladada a un campo de concentración, donde vive en infrahumanas condiciones hasta que se reencuentra con Helmut, un joven oficial alemán de alto rango de las SS que antes del conflicto estuvo perdidamente enamorado de ella. En su primer papel protagonista en un largo Christian Clauss se mimetiza con el complejo ser humano al que da vida en un magnífico juego interpretativo lleno de matices, brillantemente sutil.
Sin complejos
El veterano Konchalovsky hunde sus manos sin complejos en el horror nazi y logra una película estremecedora. A la altura de las mejores rodadas sobre el tema, Paraíso, habla su director, «es el reflejo de un siglo XX lleno de grandes ilusiones, pero transformado en ruinas por los peligros de esa atroz retórica del odio. Es imprescindible por ello que la humanidad utilice del poder del amor para triunfar sobre la malignidad».
El formato cuadrado de la imagen, el contraste entre blancos y negros y una estructura narrativa en la que se intercalan monólogos de los protagonistas que ocupan casi un tercio del metraje confiere a la cinta un tono dramático-documental que pone los pelos de punta.
Los tres protagonistas hablan directamente a cámara respondiendo a un interrogatorio. Un juez en off al que en ningún momento vemos les hace hablar de sus vidas y de sus realidades durante el conflicto de modo que el espectador en cierto modo trasmuta y se erige también en juez y testigo de las realidades de los protagonistas. Seres cuyas existencias se cruzan y cuyas acciones determinan el destino de los otros protagonistas.
Esfuerzo y emoción
En la presentación de la película en Madrid el actor Christian Clauss confesó sentirse agotado al término del rodaje y elogió la capacidad de Konchalovsky para sacar lo mejor de cada intérprete, «lo que logra utilizando muy pocas palabras para trasmitir la emoción que cada personaje requiere. Le he visto con lágrimas en los ojos mientras nos dirigía y eso te obliga a darlo todo, absolutamente todo, a implicarte de un modo total».
Comentó también Clauss que todos los monólogos fueron rodados en apenas tres días,»lo que exigió un esfuerzo muy considerable, pero he sentido la experiencia como un regalo».
Lo dicho. Paraíso ha venido para engrosar la lista de esas películas que el tiempo transforma en inolvidables referentes.
Y un aviso final del director ruso: «Lo sucedido y lo que Paraíso refleja es una advertencia que debe ser continuamente recordada. Fue posible que sucediera y es posible que vuelva a ocurrir, pero solo podremos prevenirla mediante el conocimiento. El peligro reside en nuestra incapacidad para indagar, en la urgencia por olvidar y en la incredulidad de que aquella salvajada fuera posible. Pero lo fue. El odio profundo y desmesurado sigue vigente en nuestros días en muchos lugares y continúa amenazando las vidas y la seguridad de muchos seres humanos. Es preciso no bajar la guardia».
Dirección: Andrei Konchalovsky
Guion: Andrei Konchalovsky y Elena Kiselyeva
Intérpretes: Julia Vysotskaya, Christian Clauss, Philippe Duquesne, Jakob Diehl, Peter Kurth, Victor Sukhorukov
Fotografía: Aleksander Simonov
Música: Sergei Shustitsky
Montaje: Ekaterina Veshcheva
Rusia, Alemania, Francia / 2016 / 130 minutos