“No soy un seguidor de la Fórmula 1 per se, pero me encanta el drama y los deportes ofrecen mucho. Particularmente, esta historia es fresca y original. Los personajes son ricos en corazón sin ser demasiado sentimentales y son muy cinematográficos”, reconocía Ron Howard a su paso por Madrid para presentar Rush [1], que se estrena este viernes.
En la película, los protagonistas son dos. A un lado, el rebelde, juerguista y guaperas James Hunt, piloto británico que solo ganó un Mundial y al que interpreta Chris Hemsworth. Al otro, Nikki Lauda, un austriaco de familia bien que desafió los deseos de su padre para convertirse en piloto. Un hombre sin pelos en la lengua, al que no le importaba lo que pensaran de él y que veía en Hunt al mejor rival. Lauda es en la pantalla Daniel Brühl.
La historia que cuenta Howard es la de dos hombres muy distintos enfrentados dentro y fuera del paddock. Una enemistad que saltó a la escena de lo público merced al circo que en aquellos años setenta era la Fórmula 1 y que, pese a todo, tenía un poso de respeto mutuo y admiración. Fue lo potente de la trama lo que a Howard le llamó lo suficiente la atención para lanzarse a la aventura de llevar a la pantalla la historia de “dos personas en conflicto”.
La psicología de la profesión
Una de las cosas más difíciles de captar con la cámara y de la que se habla abiertamente en la película es el porqué un persona se sube a un coche para dar vueltas a un circuito a velocidades de vértigo. ¿Por qué ganarse la vida así? ¿Por qué arriesgarse? La respuesta, para quienes no sean seguidores de este deporte, se obtiene viendo Rush. Y ese era uno de los objetivos que se planteó desde el principio su director, captar “la psicología de la profesión”.
Algo que, según sus palabras, ha logrado hacer, a tenor del éxito del visionado realizado antes del estreno con pilotos y profesionales del motor. “Para ellos es complicado ponerlo en palabras”, explica Howard, quien añade que es algo de lo que se dio cuenta cuando se entrevistó con astronautas para Apolo 13 y con matemáticos para Una mente maravillosa. Saben por qué se dedican a esto y no a otra cosa, pero son incapaces de explicarlo con palabras.
Uno de los puntos fuertes de Rush, además de la carga dramática de la historia, es la ambientación. La de los setenta fue una época especial. Para captar todo eso, Howard recuerda que vio películas de rock and roll. Por un lado estaba ese halo de estrella que rodeaba a los pilotos (dinero, lujo, excesos, mujeres guapas, fama…) y, por otro, recrear un circuito de Fórmula 1 que no se parece en nada al de hoy en día, empezando por los monoplazas.
La participación de la Fórmula 1
“La gente de la Fórmula 1 fue muy cooperativa, no nos dieron nada, pero nos enviaron sus buenas vibraciones (risas)”, bromeaba Howard en Madrid. En realidad lo que les facilitaron fueron piezas que les ayudasen a reconstruir los coches de aquella época. En cuanto al presupuesto añade que “todo el dinero de esta película se ha ido a la parte creativa”, algo que se aprecia en la pantalla. Realmente da la impresión de estar en los setenta, con sus excesos, su estética ahora un tanto hortera y todo lo que suponía entonces ser un piloto de Fórmula 1.
En un momento en el que el cine parece polarizado en películas destinadas a ser blockbusters o cine independiente, Ron Howard cree que esto es simplemente un reflejo de la realidad del momento. “Estamos en una época en la que los directores que quieren ganar mucho dinero se concentran en la fantasía, películas de efectos especiales y cosas así”. Es un hecho, pero puntualiza que “la gente que hace la mejor fantasía y ciencia ficción no lo hace por dinero. James Cameron, J.J. Abrams, Joss Whedon, Guillermo del Toro… Ellos aman el género y es su forma de expresarse”.
Eso sí, para quienes prefieren las producciones más modestas hay esperanza. Aún se encuentra financiación para ellas y, como señala Howard, a veces surgen casos como el de El discurso del Rey o Cisne negro que demuestran que los espectadores también aprecian este tipo de historias.
Sobre Rush, Howard espera que los espectadores la acojan bien pese a no se una secuela, ni estar basada en un libro o un cómic. Se trata, explica, de una película que puede atraer a un amplio espectro de personas, no solo seguidores de la Fórmula 1. “Es una película para ver en pantalla grande”, anima.