El thriller está viviendo un feliz romance con el cine español. Tras su tardía incorporación a nuestra cinematografía, los guionistas, productores y realizadores están acogiéndolo con los brazos abiertos, como un hijo pródigo largamente esperado. No deja de ser una gran noticia. Así hemos degustado obras tan negras como La caja 507, introspectivas como Caníbal, infartantes como Celda 211 o incluso salpicadas de ciencia-ficción como Los cronocrímenes.
Sin embargo, también están los peros, y estos peros se están reproduciendo como por esporas. Hablo del thriller comercial. Por supuesto, los cuatro ejemplos antes mencionados tienen una clara vertiente comercial. Resulta estúpido pensar que una película no quiera satisfacer al público y recuperar la inversión realizada. La diferencia estriba en cuánto se concede a cambio de gustar al mayor porcentaje de público posible. Ahí está la clave de todo. Y, lamentablemente, Séptimo concede demasiado.
Arranque potente
La película nos lleva al Buenos Aires contemporáneo para conocer a Sebastián, un exitoso abogado separado de su esposa. Ésta tiene la mayor parte del tiempo a sus dos hijos, pero es el padre quien acostumbra a llevarlos al colegio. Padre e hijos tienen un juego: él baja por el ascensor, ellos por las escaleras, y compiten por ver quién llega antes al portal. Pero esta vez todo ha cambiado: sus hijos no llegan al portal. No aparecen por ninguna parte.
Un comienzo tan potente es un cebo extraordinario para pescar un buen puñado de espectadores. El problema es que un arranque potente no hace una película potente. A menudo, una propuesta cargada de fuerza acaba desinflándose al no encontrar un remate apropiado. Es el caso de Séptimo.
La película de Patxi Amezcua tiene muchas similitudes con una montaña rusa. El espectador está en constante tensión, sometido a los continuos vaivenes que componen la trama. No hay lugar para el aburrimiento, virtud que hay que destacar. Sin embargo, esta virtud solo es efectiva en el primer visionado. En una película apoyada exclusivamente en los giros, ¿qué emoción hay en verla una segunda vez?
Más difícil todavía
Demasiados giros. Giros por todas partes. Un empacho de giros. Ahí está el principal problema de Séptimo. Ahí está el principal problema del thriller comercial español. Como si fuera vital dar reveses alocados al espectador cada pocos minutos para satisfacerlo.
Como no podía ser de otro modo, el tercer acto nos presenta el giro definitivo, el más difícil todavía. Para ser justos hay que decir que no se produce una acrobacia particularmente rebuscada en el desenlace. El final, amén de su previsibilidad, guarda una lógica plausible. Lejos queda el triple salto mortal que da en su clímax El cuerpo, producción en la que también trabajó Belén Rueda en calidad de musa del thriller hispano.
Sin embargo cabe preguntarse qué habría pasado si la película hubiera acabado aproximadamente unos diez o quince minutos antes, en un corte a negro que se mantiene unos tres segundos. De haber sido ese su final, hablaríamos ahora de una película que aborda un serio problema social de nuestros días y que, aunque demasiado centrada en la peripecia y carente de un remate con garra, muestra el sufrimiento y la paranoia que padecen los que lo han sufrido.
Pero no es así, y el giro final llega. Hay quien quizá lo justifique alegando que el desenlace real también se relaciona con un problema social, pero el conjunto de la obra es tan superficial que ese supuesto mensaje no llega al público.
Intérpretes solventes
Encabezando el reparto está Ricardo Darín. Decir que el argentino realiza una buena interpretación es ser redundante. Darín es uno de esos actores dotados de una naturalidad y un carisma abrumadores. Su papel en la película está resuelto con toda la solvencia que el guión le permite. Su continua aparición lleva adelante la cinta.
A su lado está Belén Rueda, que cumple sin altibajos con su cometido. La pena es que su personaje nos suena demasiado a los que ha venido interpretando en sus últimos trabajos. Parece imposible asistir a una película con Rueda en la que ésta no muestre una expresión afectada. Ya ha llegado el momento de ofrecerle nuevos papeles a la madrileña antes de que su carrera se enquiste.
En definitiva, Séptimo no descubre la pólvora. Tampoco lo pretende, a decir verdad. Gustará a aquellos que quieran un entretenimiento liviano y cargado de tensión. Quienes entren en la sala buscando sorpresas no las hallarán aquí.
La decisión, como debe ser, está en manos del público.
Dirección: Patxi Amezcua
Intérpretes: Ricardo Darín, Belén Rueda, Luis Ziembrowski, Osvaldo Santoro, Guillermo Arengo y Jorge D’Elía
Guión: Patxi Amezcua y Alejo Flah
Música: Roque Baños
Fotografía: Lucio Bonelli
2013 / España / 88 minutos