Tras graduarse en la AHS Modellschule, prestigiosa escuela alternativa enfocada al arte, Kreutzer cursó estudios en la Academia de Cine de Viena en el campo de la escritura de guiones y la dramaturgia, institución de la que posteriormente ha sido profesora y supervisora de producciones cinematográficas y televisivas.
Tras realizar varios cortos que reclamaron la atención de la crítica, su primer largometraje, Die Vaterlosen (2011), fue proyectado y premiado en numerosos festivales, incluido el Panorama Especial de la Berlinale 2011. Le siguieron los filmes Gruber Geht (2015), We Used To Be Cool (2016), Die Notlüge (2017) y El suelo bajo mis pies (2019), filme multipremiado que se cuenta ya entre los clásicos del cine austriaco contemporáneo.
Integrante del consejo rector del Instituto de Cine de Austria desde 2017, Kreutzer presenta ahora La emperatriz rebelde [1], ambiciosa producción que, huyendo de estereotipos, aporta una visión nueva sobre la mítica monarca. Película candidata por su país al Óscar al tratarse, según determinó el jurado que la eligió, «de un relato atemporal y verídico del intento de una mujer por romper los grilletes sociales que se le imponían».
– ¿Qué le interesó de esta figura histórica y cuál es su opinión sobre las películas que sobre ella se han realizado?
En realidad nunca había visto la trilogía hasta que empecé a investigar para La emperatriz rebelde. Pero, por supuesto, las representaciones de Sisi estaban por todas partes. Vivo en Viena desde 1996, y su rostro está presente en todas las tiendas de recuerdos. Sisi es, sin duda, una de la principales atracciones turísticas de nuestra ciudad. El proyecto comenzó cuando Vicky Krieps me preguntó hace años si quería hacer una película sobre Sisi con ella. Como la única relación que se me ocurrió fue la de los souvenirs, le contesté: ¿Para qué? Pero en algún lugar de mi interior la idea latía y al cabo de un tiempo empecé a leer sobre ella. Me acerqué al material con una mentalidad absolutamente abierta, sin saber si saldría algo sobre ello; solo quería ver si había algo que me conmoviera y me atrajera. Y muy pronto descubrí que esa era la fase de la vida de Isabel en la que, por un lado, empezaba a rebelarse contra toda la ceremonia y, por otro, comenzaba a replegarse y aislarse; una época en la que, evidentemente, le resultaba imposible encajar en un modelo predeterminado. Hay esa sensación de tener que estar siempre a la altura de una imagen exagerada de uno mismo, ya que es la única manera de obtener reconocimiento y amor; eso me pareció extremadamente interesante y universal.
– ¿Qué le llamó la atención de lo que fue descubriendo sobre el personaje?
La realidad que vivió confirma que la emperatriz Isabel vivía en un apretado corsé de autocontrol y censura social. Al principio se esforzaba por estar a la altura de sus propias aspiraciones, así como por satisfacer las expectativas del público, que tenía de ella una imagen idealizada. Durante décadas contribuyó a consolidar esa imagen con su culto a la belleza y su icónico peinado trenzado. Pero Isabel se hizo mayor, y se cansó, diría que se agotó, en su función de representar una imagen de perfección. Se decidió a ser ella misma. Esa es la época que he intentado reflejar porque es la que me interesa más.
– Sugiere usted que eso no es solo un problema de Isabel sino una situación frecuente en la vida de las mujeres…
No me habría interesado tanto el tema si lo descrito hubiera sido solo un problema para ella. Pero es evidente que muchas de las expectativas con las que tuvo que lidiar Isabel siguen imponiéndose a las mujeres de hoy en día. Ser bella sigue considerándose el rasgo más importante y valioso de una mujer. El progreso histórico no ha alterado eso, a pesar del movimiento femenino y la emancipación. Las mujeres siguen siendo consideradas menos valiosas si tienen sobrepeso o son mayores. Una pareja femenina atractiva sigue elevando el estatus de un hombre. La única diferencia entre entonces y ahora es que antes se hablaba abiertamente de ello: “Todo lo que tienes que hacer es ser atractiva, por eso te elegí, por eso estás aquí”, le dice el emperador Francisco José a Isabel. En 2022, las mujeres deben hacer mucho más y cumplir muchas más expectativas, pero también deben mantenerse bellas, delgadas y jóvenes. A partir de cierta edad se les acusa de vanidosas si se operan, pero si no lo hacen, la gente comenta sus arrugas. Es un problema evidente para las mujeres que están en la mirada del público, como Isabel, pero de una u otra forma nos afecta a todas.
– Su película retrata a una persona al borde de la desesperación, ¿es así?
Es así. Asolada por la desesperación, la emperatriz se va retirando del trono y de los convencionalismos cada vez más. Eso es exactamente lo que se dice que hizo la verdadera Isabel. En el último tramo de su vida sólo aparecía en público con el rostro oculto tras un velo, viajaba mucho e incluso tenía una doble que ocupaba su lugar en los actos oficiales para no tener que asistir.
– ¿Al reflejar los hechos se ha atenido a la realidad histórica de lo sucedido?
Para mí era importante, como siempre, conocer las reglas para poder romperlas. Realicé una investigación muy profunda sobre esa fase de la vida de Isabel, pero me tomé muchas libertades con el contenido y la forma al convertirlo en una narración cinematográfica. Todos los “errores” que contamos o representamos no fueron algo que simplemente ocurrió cuando estábamos rodando, sino que fueron decisiones artísticas. Nunca me interesó grabar un filme bonito y ordenado. Pero, por supuesto, fueron los hechos los que realmente inspiraron la trama, lo que despertó esta historia dentro de mí. Después de todo es increíblemente convincente darse cuenta de que ella tuvo que soportar lo que tuvo que soportar y lo que la llevó a intentar apartarse de la mirada pública.